Sonrisas al sol, sonrisas a la sombra. Sonrisas de chicas adolescentes, al sol; sonrisas de mujeres adultas, a la sombra. Todas comparten sonrisa. ¿Todas las sonrisas, una sonrisa, la misma sonrisa? No, las del sol son pujantes, irradian plenitud; las de la sombra acusan algún cansancio. Pero unas y otras expresan alegría, sin reservas, las unas; las otras contenida. Chicas y mayores con la sonrisa puesta, como complemento de su personalidad, como marca de su modo de ser y de estar en el mundo, en una de las partes más dura del mundo, la hammada argelina, en la que las sonrisas son como oasis de frescor y arroyos claros. No son sonrisas para la foto, es la foto el pretexto para que las sonrisas ofrezcan un paisaje humano de una alegría, que dignifica la pobreza que habita en tantas dairas y barrios de las wilayas. Sonrisas que no son meras reacciones a lo que ven y oyen porque les hace gracia, sino que son expresión de un estado de ánimo heredado, tan resistente, como esperanzado. Sonrisas que no son recurso para burlar la desgracia, sino armas para superarla y vencerla, cargadas con la “V” de la victoria, que dos dedos infantiles esculpen en el aire. Son risas de mujeres, casi niñas, a la luz y el calor de cada día, con las que plantar cara a su presente y modelar un futuro, en el que ejercer su condición humana en libertad; sonrisas de mujeres adultas que, a la sombra del tiempo, prepararon el camino con la sonrisa del sacrificio. Sonrisas, las de unas y otras, liberadoras, como liberan los sueños -sonreír es una forma de soñar- de tensiones compartidas. Sonrisas, que invitan a sonreír con la cercanía de quienes, como yo, tenemos a su pueblo formando parte de nuestras biografías, como con seguridad también la joven voluntaria, que incorpora su sonrisa entre el sol y la sombra.
Sin dejarse ver en la fotografía, cabe pensar que el Bubisher, complacido por la parte que le toca en las expectativas confiadas de esas sonrisas, también está sonriendo en sus Nidos. Sabe estar en los cinco a la vez.
Fernando Llorente