SI TÚ NO…

Una noche de febrero, en 1996, llegué solo a los campamentos, por primera vez. Mi anfitrión, Chej Ramdam, me dejó en la jaima en la que dormiría. Solo, y sin brújula. Mientras elegía un rincón de la jaima para acostarme, se abrió la puerta de lona y entró un niño. No más de seis años, pero con una sonrisa que iluminaba más que el pobre candil de gas. Le dije mi nombre, y él el suyo: Kori. ¿Hijo de Chej? No, yo jaima al lado. Kori traía una tela negra, limpia y perfumada. Para ti. ¿Y esto, qué es? Alzam, dijo. ¿Alzam? Para cabeza, alzam. ¡Ah, un turbante! ¡Ejé! Turbante. ¿De parte de quién? Me miró serio: De mí, para ti. Ah, pero, por qué… Volvió a sonreír: Porque si tú no turbante, tú elberd. ¿Elberd? Se frotó los brazos, elberd, elberd. ¡Ah, frío! De nuevo: Ejéee, frío, si tú no turbante tú frío. Pues gracias… ¿y cómo? Lo desplegué. Tres metros de tela negra, aroma de incienso. Hice un intento torpe, se rio con ganas. Luego se lo puso él, para que viera cómo. Lo intenté de nuevo. Más risas. Hasta que, más o menos, lo conseguí. Era verdad: tan tibio y amoroso. Si yo turbante, no frío. Así, con el zam apretadito, me sacó a pasear bajo las estrellas. Tantas, tan bellas. Suf, me dijo: el nuyum. Las contemplé. ¿Elnuyum, las estrellas? Ejéeeeee… elnuyum, las estrellas.

Volvimos a la jaima. Es mi jaima, todas las jaimas, desde aquella noche de febrero de 1996. Y mi compromiso el vuestro, el de los 250 socios del Bubisher: Si tú no kitab, tú elberd. Si tú no libros, tú frío.

Gonzalo Moure 

 

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