SI CERVANTES LEVANTARA LA CABEZA

 

(Carta a Luis García Montero ocupante de la Presidencia del Instituto (ay) Cervantes)

 

Señor García Montero, los saharauis son hispanohablantes a pesar del empeño constante desde hace 50 años de Marruecos en que no lo sean. Decir en su último anuario sobre el español en el mundo que en Marruecos hay 1,8 millones de personas que hablan español, metiendo en el mismo saco a los habitantes del Sáhara Occidental ocupado, es mentir, sea cual sea su intención. Es, además, un acto de reconocimiento servil de las tesis políticas de Marruecos. Aunque viendo la fotografía, y sabiendo que el Instituto pertenece al Ministerio de Asuntos Exteriores, no extraña. Desde Bubisher le invitamos a una visita a las bibliotecas de los cinco campamentos de Tinduf, en las que 25 bibliotecarias y monitoras hacen diariamente el trabajo que usted se olvida de hacer: visitas diarias a cinco escuelas, o más, para promocionar la lectura y la escritura en español, y actividades diarias en las bibliotecas fijas, entre las que se cuenta la enseñanza de español urgente para los niños que viajarán a España en verano. Más aún, le hemos ofrecido varias veces (qué estruendoso es siempre el silencio como respuesta), nuestras instalaciones, para que envíe profesores nativos de español que las usen como extensiones del Cervantes, porque la limitación de nuestros recursos no nos permite tal cosa a nosotros. Nosotros hemos asumido el compromiso moral de los españoles con la cultura bilingüe saharaui, toda vez que quien está obligado a ello (su Instituto) no lo hace.

Recuerde, don Luis, el consejo de don Quijote al caballero (usted, sin ir más lejos): «La fama es la que nace de las obras de virtud, no la que se consigue con las obras viciosas y falsas.»  Y es que el Quijote, que todos deberíamos tener ya en nuestro ADN, cree firmemente que su principal obligación, como caballero andante, es la defensa incondicional de la justicia. Su código de honor, como debería exigirle a usted, le exige intervenir en favor de los débiles y oprimidos (y olvidados en su anuario, hay que añadir). Aunque usted no parece caballero andante, sino más bien sedente.

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