Recordando a Federico

 

FedericoHa pasado el 80 aniversario del fusilamiento de García Lorca como un velo oscuro por encima de España. Un velo de olvido y de incomodidad. No me extrañaría que apareciera alguna biografía para niños españoles en la que dijera que Federico «murió de paro cardíaco en 1936», como ya hubo una de Miguel Hernández en el centenario de su nacimiento, que acababa con un “murió a los 32 años en Alicante”. Es ya una costumbre: mirar para otro lado. Los niños del Bubisher quieren a Federico, y hasta le pidieron un día en el que se les resistía un verso que bajara del cielo y les ayudara a concluir un poema. Por cierto: bajó. Los niños saharauis tienen memoria a pesar de no tener recuerdos. Federico vivía en el paraíso y ellos viven en el infierno de la hamada, pero para los bubisheritos Federico vive y vivirá entre las estrellas y llueve versos. Los monitores saharauis no dejarán que olviden a quien no recuerdan. Ellos no se sienten incómodos por la oscura muerte del poeta, simplemente le tienen como amigo, como un voluntario más del Bubisher. 80 años no es nada cuando se tiene el futuro, la eternidad en la pluma.

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