NO HAY QUINTO MALO

Cuando veo a un niño delante de un libro abierto, con la vista fija en las páginas, que va pasando con movimientos bruscos de sus manos, me pregunto qué ve en las ilustraciones, que sus ojos miran, y, si lo lee, que ocurre en el interior de su cabeza y en el fondo de su corazón. Es frecuente que nos conformemos con pedirle un resumen, para comprobar si lo ha entendido o no, como si solo nos interesaran sus dotes intelectivas, en forma de síntesis. Para las impresiones, sensaciones, emociones, que hayan anidado en su corazón, suele prestarse, no ninguna, pero no tanta atención, por más que la lectura vaya dirigida a alimentar esos actos de la racionalidad, que no se agota en la razón. Quizá sea así, porque los mundos, por más que fantásticos, que pueblan los libros, son relativamente fáciles de incluir en el mundo real, en el que viven los niños y adolescentes que los leen.

       ¿Y, si los lectores son niños y adolescentes que han nacido en campos de refugiados, levantados en un desierto, donde las piedras ganan el espacio a la arena, y el mundo se reduce a los límites del corazón de quienes lo habitan, y sus miradas se extienden al vacío, tropezando con jaimas de lona, beits, hechos de arena, agua y sol, y minirebaños de escuálidas cabras, y sus capacidades para el aprendizaje siguen rumbos erráticos, con parada en escuelas, con tan voluntariosos docentes, como escasos recursos?

En los próximos días, a la población refugiada, en general, y, en particular, a la más joven, se les abrirá un nuevo espacio, en forma de biblioteca Bubisher, la “Pilar Bardem”, en la wilaya El Aaiún, con la que cada uno de los cinco campamentos tendrá su propia biblioteca estable, además del bibliobús, que lleve la biblioteca a las distintas Dairas, así como a las escuelas. Otro espacio para leer, saber, sentir, vivir historias en mundos ajenos al que les ha tocado vivir, del que seguramente tienen noticia de boca de sus mayores, más si son narradores o poetas. Un nuevo espacio, en el que la realidad se compadece con la magia; el entendimiento se alimenta de emoción; la curiosidad lleva al conocimiento. Si en mundos abiertos, la lectura abre nuevos mundos, en un mundo tan cerrado, como en el que han nacido y crecido los pequeños lectores saharauis, son ellos mismos los que abren y se abren a nuevos mundos, quizá configurados como ese mundo, que no conocen, pero saben que les pertenece, porque sus abuelos, padres, y también maestros les han hablado de él. Y son los responsables saharauis de las bibliotecas Bubisher quienes orientan las lecturas para abrir surcos en la conciencia y, sobre todo, en la sensibilidad de los lectores, donde siembran ilusiones de presente y esperanza de futuro, que crecerán hasta dar el fruto deseado de una vida propia, pertrechados con recursos personales -intelectuales y emocionales- con los que estar preparados para afrontar su vivir en su tierra arrebatada, a la que pertenecen y les pertenece desde antes de haber nacido refugiados, y que el espíritu de resistencia de su pueblo recuperará. Y todo ello leyendo, dibujando, jugando, viviendo un presente ilusionado, esperanzado.

Esto es lo que quiero pensar que bulle en la cabeza y templa el corazón de un niño refugiado saharaui, delante de un libro abierto, con la vista fija en las páginas, que va pasando con movimientos bruscos de sus manos. Ahora también en el Bubisher de El Aaiún. El quinto nido. No, no hay quinto malo.

Fernando Llorente

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