MI CASA

El gran Mario Benedetti pone en boca de la no menos grande Nacha Guevara estos versos: No cabe duda, esta es mi casa, aquí revivo, aquí sucedo, esta es mi casa, detenida en un capítulo del tiempo.

 

Es curioso, aunque he estado dos meses en una casa mejor que la mía, más grande, con más comodidades y con una familia que me ha tratado como a un hijo, tengo ya ganas de volver a mi casa, con los míos. Pero, aquí en el aeropuerto, mientras esperamos a coger el avión, veo gente triste, llorando porque nos vamos, se deben pensar que no vamos a estar bien en los campamentos y, aunque he aprendido algo de español, no puedo explicarles como me gustaría que no, que estoy feliz, que estoy deseando llegar para contarles a mis hermanos lo bien que lo he pasado, enseñarles la ropa nueva y los regalos que he traído, tratar de explicarles lo grande que es el mar o lo ricas que son las patatas bravas, y las tardes que he pasado montando en bici con mis hermanos españoles. Estoy deseando volver a la escuela y decirle a la maestra todo lo que he aprendido en la ludoteca y, sobre todo, ver cómo se mueren de envidia mis amigos cuando se enteren de que he ido a ver al Madrid con el Athletic de Bilbao.

Ya estoy pensando en volver el año que viene, claro. Pero sigo observando a mi alrededor y me da mucha pena porque nosotros estamos jugando y corriendo por la terminal del aeropuerto mientras que mis padres de aquí no hacen más que mirar si han metido todo lo que querían en la bolsa de viaje. Yo les he dicho que no se preocupen, que lo que tiene que hacer es venir a los campamentos y ver dónde vivimos, qué comemos, conocer a mi familia, tomar el te con nosotros; y que traigan a mi hermano Oscar, le llevaré a cuidar de las cabras y pasaremos alguna tarde en el Bubisher, que ya lo han abierto en El Aaiún. Y allí van a ver que sí, que mi casa es más pequeña, que no tenemos bicicletas, que las lentejas no son tan ricas como los nugetts que nos comíamos en el pueblo, pero que somos felices dentro de lo que tenemos y aunque sabemos que nuestras casas están detenidas en un capítulo del tiempo (esto lo he leído no sé dónde) también son nuestro hogar y en él intentamos, por lo menos, mantener siempre la sonrisa, esa sonrisa mía que tanto le gustaba a la abuela de mi casa en España.

 

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