LLUVIAS

 

No es Sevilla, pero la lluvia en la Badía también es una maravilla, no sólo porque transforma la dura y seca hermosura del desierto saharaui en un no menos hermoso paraíso de fresco verdor -todo el desierto, oasis-, sino también porque para ello hace brotar del suelo el alimento conveniente y necesario para una dieta saludable de los rebaños de cabras y camellos de los beduinos. La lluvia en la Badía es una bendición. Por el contrario, en los campamentos de refugiados saharauis, es una maldición, que a la dureza y sequedad de la “hammada”, añade destrucción: la lluvia, con la complicidad del viento derriba jaimas y deshace los beits de adobe, como se disuelve una onza de chocolate en leche caliente.

En la Badía y en los campamentos se hace bueno el proverbio árabe, según el cual “la naturaleza de la lluvia es la misma, pero hace que crezcan espinas en los pantanos y flores en los jardines”. Hay algo de metafórico en el proverbio, y mucho de real, sin perjuicio de lo metafórico, si bien obvia que en los jardines también crecen flores con espinas, y no son sólo rosas.

Se han levantado unos espacios en los campamentos, en los que, afortunadamente, la lluvia real no es frecuente tras los cristales, y su carencia se compensa con los riegos precisos para que crezcan, tan pequeños, como refrescantes jardines a sus puertas: son las bibliotecas Bubisher, donde la metáfora de la lluvia responde a este otro proverbio árabe: “es la lluvia la que hace crecer las flores, no los temporales”. Es lluvia abundante en las bibliotecas Bubisher. Es la lluvia pausada de palabras leídas en silencio y dichas en voz baja; lluvia de palabras ajenas a los truenos de los gritos y a los aspavientos de las tormentas, palabras que se filtran por los sentidos y la sensibilidad de niñas y niños, adolescentes y jóvenes, hasta empapar los espacios de la emoción y la inteligencia, jardines en los que crecen las flores de la creatividad en libertad. Es lluvia que, mientras se prodiga, aleja el temor a la lluvia real en los campamentos, porque “golondrina que alto vuela no teme que llueva”, como dice uno de los muchos refranes sobre la lluvia en español. La golondrina nos trae la primavera, el renacer de la naturaleza, los colores más vivos del mundo. El bubisher, como la golondrina, es el pájaro que, en sus “nidos”, eleva las potencialidades humanas de quienes los frecuentan hasta niveles de seguridad y libertad, donde se disipan los temores a la lluvia real, que puede destruir, pues vuelan pertrechados para hacerles frente, con las armas del conocimiento y el escudo de la resistencia transformadora.

En la Badía, a veces, el bubisher vuela bajo y, como la golondrina, según otro refrán, “si el ala toca tierra, agua revela”. Entonces, se deja de metáforas y convoca a las nubes para que se confabulen y sean generosas con el desierto, conservando las espinas de sus talhas, eso sí, y los nidos de sus hermanos los cuervos.

En la Badía llueve realmente a gusto de todos, como a gusto de todos llueve metafóricamente en las bibliotecas Bubisher. En los campamentos, la lluvia, que asuela, debe de pillar despistado al bubisher.

Fernando Llorente

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