LIBROS

Cruzar el desierto y encontrarte con una niña vestida con un tutú de ballet. “¿Por qué vas hoy disfrazada, Lili?” Ella abre mucho los ojos, encoge los hombros, baja la mirada como avergonzada, pero cuando seguimos nuestro camino, la vemos alejarse libre y feliz en medio de la tierra polvorienta. Antes de llegar a las primeras jaimas, escuchamos el relincho. Es raro un caballo en mitad del infierno argelino, este desierto de los desiertos. Aquí solo hay cabras y camellos y ahora este caballo, que alza las patas y se encabrita montado, cuerpo contra cuerpo, por un muchacho de torso desnudo y ojos ciegos. Lo siguen cientos de caballos. Su trotar repentino levanta arena, se confunde con el grito eufórico del joven que los guía. En un abrir y cerrar de ojos, se pierden en el horizonte. Avanzamos hacia el lugar del que han salido la niña y los caballos, asombrados por el encuentro de lo insólito.
Caminar entre las jaimas y las casas de adobe y ver llegar a tres extravagante siluetas: un gigante, un joven de cabeza diminuta y un capitán barbudo y tatuado. Le siguen una niña pelirroja y un funambulista de enormes bigotes. Se ríen, gesticulan, espantan las moscas a su paso, y el sol del desierto cae sobre ellos y desaparecen con el viento que levanta de improviso un remolino de arena. Seguimos caminando y por la misma puerta por la que han salido vemos otros personajes curiosos: una niña con las trenzas disparadas y un mono al hombro, un chaval de sombrero de paja que navega por un río, un burro tierno y peludo, con ojos de espejo azabache, un trompetista, un lobo. Seguir caminando y entrar en la biblioteca del Bubisher y ya no sorprendernos. Descubrir el enigma de la presencia de lo extraordinario en la hamada. Agradecer el milagro, tomar un libro, leer. Soñar. Volver a la realidad y transformarla.

Mónica Rodríguez

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