23 de abril, Día del libro. Aunque para las y los que amamos los libros cualquier día pueden ser Día del libro.
Mis recuerdos más gratos de la infancia y la juventud están ligados a la lectura. Si tengo que recordar alguno de los regalos que me hicieron de niña, fue una adaptación de Alicia en el País de las Maravillas. El primer libro que me regaló mi padre. Recuerdo como si fuera ayer que tenía las tapas amarillas.
Más son los recuerdos ligados a los libros. Mi padre trabajaba realizando el mantenimiento de varias fábricas, entre ellas, el de La Papelera de Leiza. Cuando alguna tarde-noche le llamaban, esa noche como si fuera una noche de 24 de diciembre, apenas dormía nerviosa porque sabía que mi padre a la mañana siguiente nos despertaría a mí y a mis hermanas con un fajo de libros y tebeos viejos que le habían dado en la Papelera, salvados de ser triturados y convertidos en pulpa de papel. Libros y tebeos viejos que, para mí, eran un regalo y un tesoro.
Recuerdo también esos sábado y domingos que toda la familia acudíamos a ciertas tiendas de Pamplona para intercambiar tebeos.
Tuve la suerte de crecer en una casa llena de libros, tebeos y enciclopedias. Y quiero remarcar lo de suerte, aunque en mi juventud la afición a la lectura, a veces, me trajo problemas. Ya se sabe que los y las amantes de los libros somos bichos raros.
Creo sinceramente que soy lo que soy gracias a los libros. Los libros me han abierto las puertas a países a los que seguramente jamás viajaré, a épocas de la historia que no viví, a culturas desconocidas, a mundos mágicos y a realidades distintas a la mía. Me han dado conocimiento, espíritu crítico y libertad de pensamiento.
Por ser los libros semilla de libertad, es por lo que desde tiempos inmemorables, siempre han sido susceptibles de recelo todas las personas que leían. Los libros eran peligrosos y por ello, a las clases populares, sobre todo a las mujeres, no se les daba acceso a la lectura y a la cultura. Los libros se han quemado, se han destruido y se han inscrito en listas negras.
Por todo este bagaje, cuando conocí el proyecto Bubisher, el flechazo fue inmediato. Me enamoré de esta interesante y valiente iniciativa.
Por mi propia experiencia, sé que un libro es importante para, como he dicho anteriormente, convertir una persona en un ser crítico y libre. Y si un libro ayuda a una persona a ser libre, imaginaros una biblioteca, una biblioteca en África, en un desierto, en un campo de personas refugiadas.
Por todo ello, podemos decir que las bibliotecas en los campos de personas refugiadas saharauis son el semillero donde se está cultivando la libertad del pueblo saharaui.
Maite Ramos