LAS JAIMAS NOTIENEN CANDADO

 

Dejemos a la mujer, mientras esté absorta en abrir el candado y vamos a fijarnos en la puerta. Esta puerta es un cielo con nubes oxidadas. Mar con perturbación atmosférica. Paredes oxidadas de una piscina en ruinas. Goteras que en su día fueron acuosas y ahora son sol, viento y arena fosilizada.

La puerta, una simple puerta. Dolorida y apaleada como una vieja cazuela, pero ahí sigue resistiendo, cumpliendo con su deber.

Ninguna jaima saharaui lleva candado. Ni antes ni ahora. El candado llegó a la Hamada, por culpa de las ovejas y las cabras. Quien ha estado en el Sahara, sabe la proverbial insolencia de estos animales. Tienen vía libre, según ellas, para irrumpir, husmear. Para beber y comer lo que les dé la gana: sobras de harina, agua, hojas de té verde, cartón o el banquete de una boda. Eran y siguen siendo muy tercas, especialmente las ovejas. La gente las echaba, una y otra vez y las pandillas, perdón, las manadas, volvían una y otra vez.

Durante los primeros años del exilio, las familias colocaban cortinas en los cuartos de adobe que hacían de cocina y almacén. Era un sencillo truco para despistar a los animales. Pero no tuvo ningún efecto. Las cortinas fueron pisoteadas, arrancadas de cuajo y las telas más golosas, merendadas por estas barrigas insaciables. Luego llegaron las puertas de zinc y madera, pero el ganado, más cabreado que nunca, las hizo rodar por el suelo, y la fiesta de los animales fue, en muchas ocasiones, mayor.

Cuando entraron los candados a las cocinas de adobe, las cabras y las ovejas perdieron la guerra. Entonces los candados se multiplicaron. No solo aseguraron cocinas, sino cofres, baúles, tiendas, oficinas, contenedores, escuelas, aulas y cualquier cosa susceptible de poder ser clausurada.

Los años y la desesperación se fueron acumulando y los malos de la película, ya no solo eran, las cabras y las ovejas.

Y ¿qué guarda este imponente candado que está a punto de abrir nuestra protagonista? Guarda secretos, muchos secretos, me imagino. Detrás de esta puerta no está el vacío. Detrás de esta puerta, está la imaginación. Y esta mujer es La Maga, La Ilusionista, que con su llave abrirá el candado y la puerta y nos dará vía libre para habitar, no en la cruda realidad de nuestra vida (también apaleada), sino en el mundo del ingenio y la chispa. Porque si las jaimas no tienen y no pueden tener candados, tampoco, se puede poner candados a la lectura, a la creatividad y a la fantasía.

Liman Boisha

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *