EL PAYASO

 

 

Nadie en el mundo comprende a un payaso, ni siquiera otro payaso, dice Hans Schnier, el personaje principal de la novela Opiniones de un payaso, del escritor alemán y premio Nobel, Heinrich Böll. Tiene razón, si sólo se refiere a los adultos. Porque los niños sí comprenden y admiran al payaso. Y el payaso es un experto en el alma de los niños.

Nadie como el payaso (o la payasa), sabe hacer reír a los pequeños. Hacerles estallar de risa hasta que les duela las costillas, hasta que caigan al suelo, rendidos y pletóricos, pidiendo, con las manos, con los ojos, con gritos, cada uno a su manera: basta, basta, que me ahogo, que me muero de risa.

El payaso sabe borrar los paisajes tristes de los rostros más sombríos. Gasta bromas y hace una y mil piruetas. Como este Arlequín del francés Alain Demarte.

Nuestro Arlequín está con el rostro serio, como si estuviera meditando o levitando sobre las oscuras aguas del Sena. Pero el gesto grave de su rostro contrasta con su indumentaria: peluca blanca, antifaz negro, traje colorido de rombos y esa capa de un azul claroscuro, que más que capa parece la ropa deshilachada de un zombi. Una escena tragicómica asociada al payaso. Alegre por fuera, desdichado en su ser más profundo.

Este óleo sobre lienzo es un hermoso homenaje de Alain Demarte a la figura del payaso. Su compatriota, Henri Toulouse-Lautrec, le antecedió en el homenaje y dedicó un cuadro a la figura de una payasa famosa: La payasa Cha-U-Kao. Payasa y payaso. Admiración y respeto por esta profesión.

Memoria e imaginación, también es el trabajo que han realizado estás simpáticas niñas, con su diminuto Arlequín (rebosante de alegría) hecho de tapas de botellas de plástico, que una de ellas exhibe con enorme sonrisa y orgullo.

No sabemos el nombre de quién tomó la instantánea, pero el metadato de la foto nos informa que fue realizada por un móvil OPPO A93 el 28/11/2022 a las 18:52. Típica tarde de cuentos del bubi en los barrios de la Hamada.

Quizás una de estas muchachas, en un futuro no lejano sea una artista, una payasa, que alegrará las tardes a otros niños. Pero por ahora nos conformamos con el detalle. A pesar de los años y de la distancia, ahí están estas niñas refugiadas saharauis, celebrando la belleza de la pintura, decorando sus vidas con el arte. Un arte libre y universal.

Qué alegría constatar, cada vez más, que la Hamada ya no es un descampado de cultura como antaño. Ahora es tierra de jóvenes con imaginación y memoria. Que comprenden al payaso y a la payasa, Y comprenden, cada vez más, la importancia del arte, para salvar la cultura de un pueblo y para salvarnos como individuos y a la vez como comunidad humana, generosa y fraterna.

Limam Boisha.

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