DE PASO

La imagen fija del video en You Tube era en blanco y negro. León Gieco con la guitarra; a su lado está Luis Eduardo Aute, sonriente y relajado. Oprimí el play, cerré los ojos y escuché la canción. De repente me encontré en medio de dos árboles, balanceándome suavemente en las redes invisibles de una hamaca. No sé de dónde vino la hamaca ni en qué lugar fui transportado. Solo sé que me aferré todo lo que pude meciéndome en medio de aquella maravillosa barca atravesando ríos de dulzura y suavidad.

Cuando me bajé de aquella canoa de ritmo y armonía, tuve la tentación de volver a escucharla, pero desistí. ¿Y Aute? Me pregunté. Aunque estaba en la foto, su voz no cantó. De paso Aute, tecleé en el ordenador. Volví a cerrar los ojos, la voz era hermosa, pero la guitarra era como un mar embravecido, pero aquel oleaje no pudo elevarme del sofá. Escuché otras versiones de Aute cantando De paso en otros conciertos. Solo o acompañado por otros artistas. En otras ciudades, en otros continentes. Pero nada como la versión del argentino, León Gieco. Y como muchas veces me pasa, me perdí entre la música, las imágenes y las lecturas de Luis Eduardo Aute a León Gieco y viceversa.

Los dos artistas de paso por la juventud, por la madurez, de disco en disco, de vida en vida. Los dos de paso, por la alegría, por la tristeza, por la resistencia. Los dos de paso, de lucha en lucha, por la libertad, por la justicia, por la memoria de los torturados, de los asesinados por las dictaduras, por la resistencia de las Madres de la Plaza de Mayo. Decir espera es un crimen/decir mañana es igual que matar/Ayer de nada nos sirve/las cicatrices no ayudan a andar/.

En esa búsqueda virtual he descubierto que a León Gieco le llaman el “Bob Dylan argentino”. Por cierto, hace pocos meses Gieco le cantó al Papa Francisco en el Vaticano, su canción más popular: Sólo le pido a Dios. El vídeo se viralizó en las redes sociales. Pero de la misma manera que me gusta más De paso cantada por León Gieco. Lo mismo me pasa con Sólo le pido a Dios, porque esa canción en la voz de su compatriota, Mercedes Sosa es, sencillamente, sublime.

Cuando escuchas determinadas canciones, en momentos de tranquilidad y plena consciencia como me ocurrió la pasada noche, las palabras sobran y al mismo tiempo uno desea expresar la experiencia vivida. Como cuando alguien que no es saharaui, viaja por primera vez a los campamentos de refugiados. Todas las noticias, los reportajes, documentales, lecturas o las experiencias contadas por amigos, compañeros, vecinos o desconocidos. Todo ese bagaje, será incomparable con estar físicamente tumbado en una jaima, bebiendo un vaso de té, sintiendo en el cuerpo los aguijones de una tormenta de arena o contemplando el cielo estrellado del Sáhara.

En una noche infinita/que va meciendo a este gran ataúd/donde olvidamos que el día/sólo es un punto/un punto de luz…

Liman Boisha

 

 

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