CUANDO LEO

 

Los niños no saben que, como todos los humanos, ellos también son seres abiertos a la trascendencia. Tampoco saben que los libros también están entre las cosas que están abiertas a la trascendencia. Ni saben lo que eso significa. Pero si aprenden que a veces se salen de sí mismos para soñar por otros derroteros. Y eso les ocurre cuando abren un libro y lo empiezan a leer. Entonces, el libro se sale de sí mismo, vuela, y en el vuelo se lleva con él a los niños, a los que también ha sacado de sí mismos, sin que ni el niño ni el libro hayan salido de la biblioteca, donde la bibliotecaria, desde tierra, convierte el sueño en un vuelo guiado. De regreso, el libro cerrado vuelve a ser una agencia de viajes con las mismas ofertas de vuelo para nuevos lectores-viajeros. Es entonces, cuando los recién llegados cuentan por qué lugares han estado -bosques, playas, desiertos, cielos, mares, cuevas…-, lo que han sentido -miedo, tristeza, pena, alegría…- con quiénes se han encontrado -niños, brujas, dragones, piratas…, lo que les ha gustado más, lo que menos les ha gustado…. Y lo cuentan también a las familias, cuando vuelven a sus jaimas. Y lo cuentan de distintas maneras: relatando, dibujando, dialogando, representado…, siempre compartiendo su experiencia con quienes han hecho el mismo viaje o comparando con quienes han viajado desde otros libros. No sé si se sentirán mejores, después de haber sido partícipes de la aventura, pero sí quiero pensar que en sus corazones se abre una ventana, por la que se asoma el deseo de que el vuelo sea, un día, en la cabina de un avión, semejante al que hacen en las páginas de un libro, como el que, por ejemplo, han tenido la suerte de ser beneficiados los niños que en estos días viven unas vacaciones en los lugares lejanos, de los que también los libros les pueden hablar.

No les lleva un avión. Les lleva un pájaro, el Bubisher, que también tiene alas, y tampoco sabe que es un ser abierto a la trascendencia, pero sí sabe que en los voluntarios tienen a sus más instructivos auxiliares de vuelo, y en las bibliotecarias, las más fiables pilotas.

Fernando Llorente

 

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