AGUDO, PUEBLA DE DON RODRIGO, SACERUELA Y CHILLÓN, EN LAS ENTRAÑAS DEL BUBISHER

¿Dónde mejor para celebrar el día, la semana del libro, que allí donde la vida florece entre las jaras? Pueblos que sufren la hemorragia de la despoblación, y que bibliotecarias y maestras suturan con la mejor medicina: los libros.
Este año eligieron “El niño de luz de plata”, para meterse en la piel de Najib, un niño saharaui que por amor, por verdadera amistad, elige el camino más difícil.
He de confesar que me sentí en el Sáhara. Eran niños manchegos, eran mujeres manchegas, pero el mismo fuego, la misma pasión.
Yo los miraba y les decía: tú estás haciendo cemento, tú decorando la pared, vosotros estáis poniendo las estanterías, vosotras colocando los libros, tú plantando un árbol en el jardín. No habéis leído solo un libro ni estáis charlando con uno de sus auotores, estáis construyendo una biblioteca, estáis estrechando la mano de Tuttu y Minetu, que escribieron “El niño”, y vosotras, maestras y bibliotecarias, estáis ayudando a Mina y Suadu, a Marmada, a todas las bibliotecarias del Bubisher a elegir la mejor lectura para hoy.
Esa es la inmensa fuerza del Bubisher, que está levantado por cientos, por miles de manos de niñas y niños limpios y soñadores, que ahora entienden y destacan una frase del libro que se convierte en una guía para sus vidas: “Un amigo…”
Gracias, Mamen, Isi, Raquel, Tomás, bibliotecarios también limpios e incansables, que lo habéis hecho posible. A todas las maestras y maestros de los cuatro pueblos, a todas las tiernas lectoras de los cuatro clubes de lectura, al escritor Samuel Alonso que les ha acompañado en la lectura. A todos, ayuntamientos incluidos, que habéis comprado más de cien libros del Bubisher para que se puedan pagar los sueldos de los de allí, para que sus bibliobuses puedan cargar sus depósitos y cambiar las ruedas, que habéis colaborado con donativos para hacer vuestro el Bubisher.
No, no podía haber elegido mejor lugar de lugares para celebrar el día del libro que el vuestro, entre jaras y encinas. Este año ha llovido más que nunca, y las dehesas revientan de flores y las escuelas de sonrisas. La mía también.
Gonzalo Moure

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