Viven en lugares recónditos, lejos, muy lejos de cualquier núcleo urbano. No pueden alejarse del lugar que ocupan, porque son niños o ancianos o están enfermos o no tienen un medio de transporte a su alcance. Algunos son grandes lectores, otros lo son en potencia, muchos añoran tener un libro entre las manos, otros muchos aún no han descubierto el placer de la lectura.
Un buen día, como la cosa más natural del mundo, aparece un personaje como de cuento cargado de libros en un minibus o en un camión o en un burro… o en cualquier transporte inimaginable. Y la vida cambia. Los niños, atraídos por un nuevo flautista de Hamelin, escuchan embelesados una historia fantástica, los menos niños se acercan intrigados y se van con un libro entre las manos. Los que son lectores no caben en sí de gozo y los que nunca lo han sido empiezan a sentir el hormigueo de la curiosidad.
Los bibliotecarios de las bibliotecas móviles son especiales. Salen cada mañana en busca de los lectores, no importa que nieve, que llueva o que haga un calor sofocante. Nunca faltan a su cita, porque saben lo que significa para muchas personas su presencia.
Las bibliotecas móviles son especiales. Porque llegan allí donde el acceso a los libros sería imposible, porque llevan en su interior todo un mundo de fantasías y realidades que rompen rutinas y llenan vacíos.
Hace algunos días, Roberto Soto, presidente de ACLEBIM y Director de Bibliobuses de León, hacía una llamada a la unión de todas las bibliotecas móviles del mundo. Los bibliobuses bubisher se suman a esa llamada.
Y quienes creemos que todo el mundo sin excepción tiene derecho a leer, queremos rendir un homenaje a los bibliotecarios de bibliotecas móviles. Porque son capaces de hacer realidad ese derecho. Porque su profesionalidad, su simpatía y su fuerza contribuyen a mejorar el día a día de muchas personas en el mundo.







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