Ya lo sabíamos, es verdad. Crecimos a la sombra de Nuno Marçal, de todo lo que dirige y coordina en España Roberto Soto. Sopló en nuestras velas la experiencia de Medellín, donde los libros cambiaron la realidad. Sabíamos que en todo el mundo hay un clamor a favor del Derecho a la Lectura como uno de los derechos básicos del ser humano, que no es algo que se pueda dejar a la voluntad política de un alcalde, sino que es un derecho que atañe a los estados, e incluso a las instancias superiores (tan inútiles en casi todo) mundiales.
Pero en Chile, esta semana, nos hemos sentido aún más acompañados. Tampoco aquí hay un imperativo que obligue a llevar los libros a los rincones más apartados en los que no llegan, pero el DIBAM coordina de manera eficiente (y humana) todo lo que los municipios de mejor voluntad y las fundaciones privadas han conseguido. El Seminario Internacional de Bibliotecas Públicas, y más especialmente la convención de bibliobuses chilenos (en la que el Bubisher se ha sentido como uno más, no como un exotismo), así lo demuestran.
Pero no es de cifras ni de relaciones políticas que queremos hablar. Queremos hablar de pasión. La entrega, el deseo de llegar más y más lejos, hasta alcanzar el último rincón de la larga y compleja geografía chilena, son lo que de verdad nos quedamos de esta semana. No daremos ejemplos, porque ejemplares son todos, desde el más sofisticado al más imaginativo e improvisado. Chile, en apenas una década, ha pasado de tres bibliobuses a más de cincuenta. Y el tsunami (perdón) crece, imparable. Decían en sus deseos para la próxima convención los bibliobuseros chilenos, que para entonces sería un sueño que llevar los libros hasta el más alejado niño o adulto chileno, sea un cometido estatal. Ojalá. Pero que no se pierda nunca la pasión, que el orden no enfríe la mano, que entibie los labios que, como en el poema de Limam, se acerquen y besen la boca de los desposeídos.
Volvemos de Chile con más energía e ilusión que nunca; con envidia a veces, con cientos de ideas prácticas que hagan mejor al Bubisher. Con el deseo de que nuestra gente saharaui, los verdaderos dueños del Bubisher, sepan en una mañana de viento de fuego y arena que un chileno avanza a esa misma hora sobre el hielo, en busca de un caserío casi perdido en los Andes, de una isla remota, de un preso necesitado de cariño y… de lectura.








