Porque leer y andar en bici tienen mucho en común. Para empezar, ambas actividades requieren habilidad, pero sobre todo hay que perderles el miedo y practicar. Al principio cuesta un poco, pero una vez que se le coge el truco, manejar una bici o un libro es fascinante.
Con la bici vas donde quieres sintiendo el viento en la cara, la velocidad en los pies, el equilibrio en el cuerpo. Con un libro también vas donde quieres, te mueves dentro de una historia como pez en el agua y sales y entras en ella movido por el viento de la libertad .
Desde luego, hay muy pocos niños a los que no les guste tener una bici y muy pocos a los que no les guste un buen libro. La clave está en la elección. Lo de la bici es más fácil, pero libros hay tantos…
¿Y si les dejamos elegir a los propios niños? Para ello, nada mejor que llevarles a la biblioteca, hacerles socios, y animarles a que busquen y busquen.
Si este verano eres familia de acogida de un niño o niña saharaui, no lo dudes, hazle unas fotos, llévale a la biblioteca más próxima y hazle socio. Le encantará su carnet y saber que con él tiene la posibilidad de llevarse a casa un libro en préstamo.
El verano es movimiento y si la bici permite un desplazamiento especial por el espacio, los libros lo hacen por el espacio y por el tiempo.
No hay duda. Las bicicletas y los libros son para disfrutar en verano.








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