Positivas. Negativas. Todos las tenemos, pero no siempre sabemos identificarlas y valorarlas. Ni siquiera somos conscientes de que tienen colores.
Los niños de Smara que estos días asisten a la biblioteca sí que lo saben, porque Carmen y Carmen, las dos voluntarias que en estos momentos están allí, les han enseñado, a través del cuento “El monstruo de colores”, que la alegría es amarilla y la tristeza azul, que el enfado se viste de rojo y de negro, el miedo. Que la serenidad, como los árboles, es verde.
¿Y qué pasa con el resto de las emociones? ¿No tienen color? ¡Claro que sí! Estos días, tal vez en este momento, están decidiendo entre todos el tono más adecuado para cada una de ellas.
Las dos Cármenes, madre e hija, ensayaron todas las emociones en su viaje-odisea a los campamentos, una aventura que no olvidaremos ni ellas ni yo ni Mahayub, al que volvemos a dar las gracias por su ayuda y apoyo. No fue fácil, no. Tuvieron que gastar mucha pintura verde, pero, como dijo Carmen madre cuando ya estaban en Smara, “Mereció la pena”
Y merece la pena, ayer mismo lo decía Kabara, ir a buscar a los niños a las dairas para que vayan a la biblioteca a disfrutar aprendiendo, a aprender disfrutando.







