
¡Oh, corazón mío!
Ahora que la curva del verano empieza a declinar y la brisa se cuela por las rendijas del tiempo, como si quisiera suavizar los rigores del calor, te observo. Te siento latir en los gestos de quienes, con libros entre las manos, preparan silenciosamente la forja del nuevo curso. Son los y las Bubesherianas, que no descansan. Aprovechan la brisa para ventilar los hierros del aprendizaje, para baldear el polvo del olvido y preparar con mimo los caminos del saber, del 2025 al 2026.
Ay, corazón.
Tú, que viviste tantas estaciones en geografías tan distintas de esta Esfera que hoy arde, ya no sabes dónde echar raíces. Has amado múltiples horizontes, pero si pudieras escoger un lugar donde habitar,con cuerpo y alma, lo harías en El Aaiún o Dajla, en Smara o en Argub, en Mahbes o Buyudur. Nombres que no son solo puntos en un mapa, sino pulsos de memoria. Climas amables, vientos que refrescan, rincones donde aún se siente el latir de tus antepasados.
Pero tú no puedes volver.No con la cabeza alta.No con la frente ceñida de orgullo.
Porque sobre ti pesa una deuda sagrada: la promesa que hiciste, en silencio, sin ceremonia, a quienes ofrendaron sus días por ti. A los que siguen resistiendo en las ciudades-prisión. A los que dignifican la espera en los campamentos del honor. A los valerosos combatientes del EPLS, que entregaron su juventud, y muchos, su vida por el derecho de un pueblo a caminar libre por su tierra. A las mujeres que combatieron sin pausa en todos los frentes: con fusil, con palabra, con ternura. A las madres que enseñaron a resistir sin perder la dignidad, que hicieron del exilio una escuela de valores.
Tu regreso debe estar a la altura de esa entrega.No puedes pisar esa tierra santa como quien regresa de vacaciones.Tu entrada ha de ser una palabra redimida, una historia cumplida.
Y ahí, precisamente ahí, es donde el BUBESHER se hace corazón contigo.
Porque no solo lleva libros a los rincones del exilio: lleva también afectos, espejos, raíces. Y tú lo sabes. En cada biblioteca que florece, en cada niño que abre un cuento, en cada joven que descubre su voz, algo tuyo se planta, se riega, se ofrece.
Quizá no puedas aún volver,pero puedes sembrar regresoen cada letra,en cada página compartida, en cada biblioteca que es oasis de esperanza.
B.Lehdad.






