VEO UNA VOZ

Adivina quién de todos ellos soy. Sí, a veces me siento solo, como el niño del cuento. Pero no se lo digo a nadie para no parecer tonto (o tonta, igual soy una de las dos niñas, no te lo digo), porque en realidad nunca lo estoy. En casa somos siete, y en la escuela ni siquiera sé cuántos. Pero sí, muchas veces no puedo evitar ese sentimiento de soledad. Igual es porque nunca sé lo que piensan mis hermanos, o mis compañeros. Y, sabes, el sitio en el que menos solo (o sola) me siento es este, la biblioteca, que la llaman “El nido del Bubisher”. No sé muy bien por qué aquí no me siento así. O sí, y no porque casi siempre haya más niñas y niños, ni tampoco porque siempre esté la bibliotecaria, que me trata como a todos, con mucho cariño. No, no es por eso. Es porque en todos esos libros de las estanterías hay voces. Me siento, abro el libro, y veo una voz. La veo, la escucho, y entra muy dentro de mí, y entonces hablo con quien lo escribió, esté donde esté, hace mucho o hace poco. Él habla, y yo contesto. Y hablo también con los personajes del libro, y río, o lloro, y tengo miedo o soy valiente. Depende. Cientos de voces. Todo eso he pensado cuando la bibliotecaria nos ha leído hoy este cuento, “Cuando me siento solo”. Y he pensado: Cuando me siento solo, vengo aquí. Y ya no me siento solo.

Gonzalo Moure

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