Cuando vi esta fotografía, mis recuerdos no eran de un patio de Sevilla sino de mi escuela, donde mis compañeras y yo vestíamos aquellos babis de color blanco que nos identificaban como alumnas de escuela pública nacional. También recuerdo aquellas coletas que nos hacían tanto madres como abuelas que a veces ni el viento podían mover.
Si nos paseamos por las escuelas saharauis o entramos en las bibliotecas Bubisher la imagen de los escolares es esa: uniformes y coletas.
En las coletas y uniformes podemos ver dos vertientes: una funcionalidad práctica y una carga simbólica.
En el desierto con las altas temperaturas y a veces el siroco, las coletas permiten a las niñas mantener el cabello recogido, fresco y limpio en un contexto donde el agua puede ser limitada. Tener el cabello recogido es útil para moverse con libertad, correr, estudiar, participar en actividades escolares o comunitarias.
Mantener el cabello bien peinado, refleja cuidado personal, dignidad y resistencia cotidiana. Las niñas con coletas a menudo se pueden ver como reflejo de una comunidad que se esfuerza por proteger su infancia en medio del exilio.
Con los uniformes se eliminan diferencias socioeconómicas; en los campamentos donde los recursos son escasos, esto es fundamental para evitar la discriminación. Es una ayuda para las familias que no tienen que preocuparse por qué ropa usar diariamente , lo que es importante en contextos de refugiados.
Para el pueblo saharaui, mantener la educación con todos sus elementos, incluidos peinados y uniformes, es una forma de resistencia, la creencia de que los escolares están siendo formados para un futuro más justo y libre. Los escolares representan la esperanza.
Existe un cuidado colectivo que es una muestra de esfuerzo conjunto de familias, docentes y comunidades por preservar la dignidad educativa en un territorio muy hostil como los campamentos de refugiados saharauis.
Cándida Santiago