UNA CITA CON LA POESÍA

POEMAS SAHARAUIS. ALOUDA-ALTO ARAGÓN

Viajé de Madrid a Huesca para la presentación del proyecto Poesía saharaui, que se iba a celebrar en Huesca. Ese día había un sol espléndido a pesar del frío invernal. Digo, a pesar, porque técnicamente se supone que estamos en primavera. Pero en estos tiempos de verdadero cambio climático, las estaciones ya no tienen consistencia ni fronteras. Pues con esa helada primavera, llegué a la estación Zaragoza Delicias. Tenía que esperar una hora hasta la salida del siguiente tren a Huesca. Aquella estación tendría que ser rebautizada con nombres como Invernalia o Siberia maña. Por dios. Ni en Minnesota pasé tanto frío. A pesar de que iba bien abrigado con jersey, chaqueta y mi alzam negro como bufanda.

Me habían asegurado que la estación de Zaragoza ¿Delicias? ha recibido varios premios de arquitectura. ¿De verdad? ¿Premios otorgados por los esquimales o por los delfines de la Antártida? Porque ninguno de los pasajeros que estábamos esperando en el andén daría premio alguno a una estación tan helada. Un gigantesco tubo de presión, sabe dios desde dónde, nos encañonaba sin parar. Era una presencia invisible, pero apabullante. Como aquel famoso acelerador de partículas del bosón de Higgs. Un tubo de aquellas dimensiones soplaba sobre los escasos pasajeros (¿o partículas?), que esperábamos en el andén el tren que nos llevaría a Huesca. Y a decir verdad, no sabíamos dónde meternos. Por más que uno buscaba no había dónde refugiarse.

Cuando llegó nuestro tren (por cierto, muy puntual), casi saltábamos todos de la alegría. Se paró y en el momento en que nos disponíamos a subir, vimos que el mismo tren anunciaba que se dirigía a otro destino. Todos los pasajeros nos quedamos perplejos. Subiendo y bajando, por las pequeñas escaleras. No había nadie a quién preguntar. Y los mismos pasajeros nos preguntábamos unos a otros: “¿Va a Huesca, va a Huesca?” Nadie sabía qué decir. Por supuesto, que aquel tren no era el AVE, con esas azafatas y azafatos tan omnipresentes y diligentes para responder todo tipo de preguntas. Era Regional. En el argot de RENFE, debe ser algo así como que esos pasajeros hay que darles un trato ultraperiférico. Es decir: sin ningún servicio. A esas alturas, ya me daba igual el destino del tren, con tal de dejar de ser blanco de aquel enorme chorro helado. Así que me senté en la primera silla vacía que me encontré. Un minuto después, entró en nuestro coche un hombre gordo y bajito, vestido de uniforme amarillo y azul, con un par de rollos de papel higiénico en cada mano. Todos queríamos preguntarle si aquel tren iba a Huesca. Nos tranquilizó con un sí apenas audible, que parecía más salido de sus manos enrolladas en el papel higiénico, que de su boca.

La estación de Huesca es pequeña, limpia y cálida. Pero más cálidos son los miembros de la asociación de Alouda Alto Aragón, por todo el recibimiento que nos dispensaron, por su hospitalidad, generosidad y el excelente trabajo realizado.

Había estado dos veces en Huesca, pero nadie me había contado que el emblema de la ciudad eran las famosas pajaritas de origami. Me atrevería a decir que a todos, o casi todos, los amantes de la papiroflexia les gusta hacer las famosas pajaritas de Origami.

Mis anfitriones, Milagros y Pere, me contaron que cuando los Estados Unidos de América lanzaron las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, una niña llamada Sadako Sasaki, que fue víctima, como cientos de miles de niños nipones de los efectos de la terrible radiación, comenzó a hacer las pajaritas de papel. Las hacía, me aseguraron, para que parara la guerra. (La Segunda Guerra Mundial). Aquel gesto conmovió a millones de personas en todo el mundo y las pajaritas de origami se convirtieron en un símbolo de paz.

Pero mucho antes de aquel hermoso gesto de Sadako Sasaki, en 1929, el artista y escultor oscense, Ramón Acín, hizo una hermosa escultura, que pervive hasta el momento, llamada: “La fuente de las pajaritas”.

La escultura sobrevivió a su autor, un anarquista que fue fusilado en 1936, por el bando que se sublevó contra el legítimo gobierno Republicano. Sobrevivió a la propia guerra civil, a los bombardeos y al Franquismo. Y ahora es el símbolo de la ciudad. De todos. Está estampada en camisetas, libros, chapas, carteles y hasta hay unas exquisitas pastas de té llamadas “pajaritas de chocolate”. Ramón Acín era amigo de Buñuel. Una vez le prometió que si ganaba la lotería le iba a financiar una película. Aunque parece increíble, el hombre ganó la lotería y financió el famoso documental: “La hurdes, tierra sin pan”

Todo eso me lo contaron Pere y Milagros, dos artistas creativos de la animación más pura y artesanal de las sombras chinescas. Ellos, junto con otros compañeros, son los responsables del proyecto Poesía Saharaui. Un total de trece poemas visuales (por el momento). Cada poema es una pequeña joya. Una exquisita puesta en escena con imágenes hermosas y de gran calidad, de la vida diaria de los campamentos de refugiados saharauis. Poesía e instantáneas aderezadas con la música de las canciones de Mariem Hassan, que la productora Nube Negra cedió generosamente para la materialización del proyecto.

El círculo oscense popularmente conocido como el Casino, un edificio modernista construido entre 1900 y 1904, fue el escenario donde se hizo la presentación del proyecto. Nada más entrar en ese edificio, uno se siente transportado a otra época. Todos los objetos reclaman tu atención: relojes colgados de las paredes, vitrinas, una circular preciosa y muy colorida en el techo, grabados, escalinatas, columnas. Hasta los abuelos sentados en el salón de juegos parecían venidos del siglo diecinueve, nos miraban extrañados. ¿O éramos nosotros venidos de otras tierras, los que veníamos de siglos atrás?

Entre escritura y sueño. Algo. A veces fluye: la poesía, dice en su poemario: Tiempo sin claves, la poetisa uruguaya, Ida Vitale. Estas últimas semanas parece que la poesía saharaui fluye, está fluyendo, después de años de letargo. Gracias a personas y a asociaciones como Alouda Alto Aragón.

Limam Boisha.

 

 

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