UN FARO EN LA RED

Este es uno de los maravillosos post de Antonia http://saharaponent.blogspot.com/search/label/viaje%2009, trata sobre nosotros, con su lenguaje sencillo pero penetrante, eso tan difí­cil de conseguir. Yo me pregunto, ¿para cuando un libro de Antonia? Para mi es un faro en la oscuridad, un referente en este mundo de la «solidaridad». Por eso la traigo aquí­ y espero que algún dí­a vuele con nosotros y que deje en el Bubi la suave cadencia de sus palabras.

Y allí­ estaba el Bubi ante mis ojos: real y no virtual y era tal y como los bubisheros lo describen en su blog. Me encaramé como pude al camión y mientras charlaba con dos voluntarios: un chico afanado con una viejo portátil, la chica limpiando el polvo de los estantes, yo revolví­a las cajas ojeando libros y acariciándolos con las yemas de los dedos. Abajo la chiquillerí­a alborotaba, pegaba golpes en el camión: querí­an subir para penetrar en aquel mundo mágico que estaba al alcance de su mano y, a la vez, muy lejos puesto que no se podí­a. Si se les hubiera dado ví­a libre, el orden que imperaba se hubiera trastocado en caos en un segundo. Les conozco y sé lo que hubiera sucedido. Otros voluntarios estaban en las clases de español. De pronto descubro una caja con tí­teres que después cobrarí­an vida por obra y gracia de un contador de historias, por la tarde, en algún lugar de la daira. Aquellos niños no hablaban español y yo no hablo hassaní­a pero os juro que, por un momento, me pareció estar en mi escuela y quise contarles alguna historia de princesas y caballeros que las despiertan de un sueño de cien años o que las rescatan de altas torres. Sin embargo, al ver que las palabras de advertencia, suaves y comedidas de la voluntaria, lo siento no recuerdo su nombre, no surten efecto, me pongo el disfraz de señorita Rotenmeier y les conmino a que dejen de golpear y a que se vayan: ¡barra!, ¡tar camión! Lab me ayuda y también su padre, que nos ha seguido y ahora veo que está abajo. Me molesta un poco que apenas pueda ir sola al lavabo pero comprendo que estoy bajo su responsabilidad así­ que me trago mi mal humor y acepto que aquello es el Sahara y yo una mujer y que no me van a permitir zascandilear por ahí­ sola, como me gustarí­a.Me cuentan que el Bubi necesita dinero ¿y quién no? Para la gasolina, para libros para pagar al conductor, para funcionar a pleno rendimiento.Los niños están ahora a unos metros escasos y me miran sin atreverse a acercarse demasiado. Para compensar saco mi cámara y ellos empiezan a gritar: ¡fota, fota! Así­ que les enfoco y disparo mientras ellos me regalan sonrisas i V de victoria con sus dedos.Bajar es más difí­cil que subir, muchas manos cogen la mí­a y por fin lo consigo. Arriba se está fresquito pero abajo el calor me hace boquear como un pez fuera del agua.Me alejo hacia la haima rodeada de niños y niñas, éstas repeinadas con lazos de color azul en el pelo. Es una estrategia para inculcar hábitos de higiene en las escolares: cada dí­a un lazo de color distinto para que vayan peinadas.Me quedo con la impresión de que los dos bubisheros están deslumbrados, impresionados y absolutamente cautivados por la cara más amable de la sociedad saharaui. No han estado antes aquí­, no tienen elementos de comparación, no saben que las flores que el desierto da, suelen marchitarse pronto, ajarse y perder los pétalos de su juventud incipiente, ni que su vida puede desperdiciarse entre la arena ante la indiferencia de todos, si Dios no lo remedia.

2 respuestas a UN FARO EN LA RED

  1. Qué maravilla, Antonia. Gracias por un relato emocionado y emocionante. Estuve en el nacimiento del Bubi, pero no he estado, como tú, viéndolo en su esplendor diario, que es lo mismo que en el polvo y el calor.
    Y gracias, Luisa, por «robarle» un poco de luz al faro de Antonia.

  2. Luisa, cuando he visto el post me he emocionado y eso que no soy de lágrima fácil.
    Simplemente: Shukran.

    Bubisher: tení­a tantas ganas de verlo que aún sin tener el cuerpo para moverme demasiado sabiendo que estaba en la wilaya lo hubiera buscado. Pero no hizo falta: estaba allí­ delante de mi, en cuanto salí­ de la haima, aparcado frente a la escuela nueva entre Guelta y Bucraa. Después de haberlo visto en las fotos y de seguir dí­a a dí­a su singladura fue casi como un pequeño milagro.
    No descarto de ninguna manera participar en esta aventura porque creo que hacéis una labor muy necesaria y porque me gusta contar historias. También me muero por volver a dar alguna clase de español, de matemáticas o de plástica, me da lo mismo.
    Imagino el techo del Bubi lleno de pequeñas pajaritas de papel pintadas de colores o dibujos con todos los azules del mar…
    Un abrazo para todos los que lo habéis hecho y lo hacéis posible.

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