Jugar es una forma de leer y la lectura es un incesante juego de descubrimientos. Esta muchacha lo que está haciendo es leer. Leer con sus manos, con su cabeza, con su melhfa roja, con sus zapatillas deportivas negras y con todo su cuerpo. Parece una portera concentrada en repeler con una metáfora un cabezazo de una rival.
La instantánea es sugerente. Uno tiene la sensación de que ha sido tomada en medio de un escenario. Pero ¿qué obra teatral podría estar representando esta muchacha?
No hay espectadores asomando por las ventanas, ni por el jardín, ni desde la Curva. Desde la Curva solo nos llega el destello de la luz natural que se filtra por las pequeñas aberturas rectangulares. Si están los espectadores, solo pueden estar del lado de la cámara.
El decorado del techo es gris. Las típicas costillas de cinc, el típico cielo del interior de muchas casas del exilio. La parte superior de las paredes está plagada de brochazos cocidos al horno del sol y del polvo. En contraste, el suelo de baldosa con sus líneas paralelas, es más alegre. Curiosamente tiene la misma estética de las esteras de esparto de antaño que había en todas las jaimas.
Nuestras bibliotecas son dignos edificios destinados para cualquier actividad creativa que se le ocurra a los jóvenes. Sea algo tan simple como la alegría de jugar con el balón en la antesala de la vida o de los libros. O, imaginar la biblioteca como un escenario teatral. Quizás para representar futuras obras, en proceso de publicación como Moon Ball o Nuestros sueños, nuestros goles.
Así es el proyecto Bubisher un bello libro. Siempre abierto y lleno de sorpresas.
Liman Boisha