Pocos saben en España que Smara significa “Juncos”. Y ningún saharaui me lo dijo nunca, y es una pena. El chej Malainin (“Agua en los ojos”) fundó su ciudad, allí, donde crecían los smara, suponiendo que debajo habría agua. Y la había. Luego, en el éxodo saharaui, el campamento de Smara se asentó en la hamada, pero en un lugar en el que no había junco alguno. Ni agua. Pero por nostalgia de la “ciudad de los juncos”, le pusieron su nombre. Por el estupendo libro de Laura Casielles, Arena en los ojos, he sabido que ella supo a su vez por otro libro, de nuestro amigo Pablo Ignacio de Dalmases, que se ha repetido hasta la saciedad algo tan disparatado como que en el Sáhara había tigres. Lo aseguró el italiano Emilio Bonelli, a saber por qué despiste, en un escrito de 1884, y después se ha repetido innumerables veces. De modo que cuando salimos de noche a pasear por Smara estaría bien (o mal) encontrar un tigre acechando entre los juncos. Pero ni en Smara de la hamada hay juncos, ni en el Sáhara tigres, ni siquiera de papel.
La imaginación es libre, y tiene que serlo para que la vida avance, aunque sea con datos incorrectos en su base.
Descubría un día Inés Aparicio (Suadu), mientras hacía el montaje de la película Leyuad, que el perfil de los galabba de Leyuad era muy parecido al dibujo de Saint Exupèry en el pasaje de El Principito del sombrero que contiene un elefante. Y se puso a fantasear. ¿Y si el piloto más célebre de la historia de la literatura tuvo uno de sus aterrizajes forzosos en aquel paraje de la Tierra de los Hombres del Libro? ¿Y si su dibujo se lo sugirió ese perfil montañoso? ¿Y si, entonces, resulta que escribió su libro eterno allí, conviviendo con una familia saharaui en su jaima mientras esperaba el rescate? ¿Y si el mítico niño que fascinó al escritor vivía en realidad en el asteroide de los nómadas y su pelo no era rubio, sino moreno, y su capa de príncipe una darráa azul? ¿Y si sus preguntas y su melancólica sabiduría era la destilación de una vida que ya entonces empezaba a agonizar? ¿Y si la rosa era la flor de una talja?
Ni en la Smara de la hamada hay juncos, ni en el Sáhara tigres, ni tal vez el sombrero del Principito fuera el perfil de Leyuad. ¿O sí?
Gonzalo Moure