Por esas personas, esas sonrisas hospitalarias y ese corazón blanco cuidador.
Quizá creas que andan perdidos, pero la perdida eres tú. Pronuncias sus nombres en voz alta y aparecen, casi casi por telepatía. Deben llevar el mundo entero dentro, hasta el universo, porque lo sienten, se comunican con él y alguna vocecita dentro de sus barrigas hace que acudan a la llamada sin ni siquiera ser pronunciada.
Casa son ellos y, para llevarla encima a cuestas como el caracol, van muy rápido, casi rozando la invisibilidad, como una estrella fugaz, pero en realidad son nuestros ojos, no habituados a tanta solidaridad.
“Ningún problema”: te dirán. No piden el aplauso, ni se dan cuenta de lo extraordinario de sus hechos. Se mimetizan, se cubren, pero no para darse a lo oculto, sino para brillar tanto como la estrella solar (en femenino, como en Hassania): y como ella, simplemente está. Nos guían, nos arropan, crean la “posibilidad del fenómeno”.
Te abrazan en la lejanía, te preguntan cómo estás. “Estás”. Sonríen. “Están”.
No tienen un “papel” in situ en las bibliotecas Bubisher, no lo necesitan: están. Son agua, fluyen, ayudan, colaboran, nutren el proyecto desde cualquier lugar. Lo hacen porque creen en él. Lo hacen desde la sonrisa de verdad.
Por esos seres únicos, que no firman los escritos, pero de pronto se comprometen con una causa (en este caso Bubisher), y sin ellas y ellos nada de esto sería posible.
Bendita fortuna haber conocido alguna de esas sonrisas. Bendita fortuna guardarla bajo los párpados. Bendita fortuna saber pronunciarles. Bendita fortuna conocerles y adoptar costumbres de este pueblo suyo, te hacen ser parte de él.
Celebremos sentados en mitad de la hamada, té en mano y pinchitos. Hablemos de la vida (con su claroscuro), también hay cabida a las risas y sonrisas. Hagamos lo mismo con un “cafetín”, algunas de ellas escriben hasta del revés, los seres únicos no sólo están allí. Si existe aquello de “aquí y allí”.
Yo creo que llegaron volando, cabalgando en un meteorito hace años A, en algún mes con número y no nombre. Y mantienen intacto el brillo, sólo los tienes que encontrar. O quizá ya estaban ahí, y con tanto ruido no los alcanzabas a ver. Mirar.
El Bubisher no entiende de fronteras, el Bubisher vuela.
Gracias, seres únicos, por caminar también, sois vosotros los que rotáis el planeta, con vuestros pasos. Volar y correr. Todo es posible en ellas y ellos.
¡Gracias, seres únicos!
¡Gracias, equipo Bubisher!