SOBREVIVIRÁN LOS JARDINES DEL BUBISHER

Un puño de hierro y fuego, eso es el verano en los campamentos del Sáhara, eso es el sol sobre las cinco bibliotecas del Bubisher y… sus jardines. Conservar la vida de sus árboles y flores, en una hamada sin agua, no es fácil. A ello se dedican durante el verano guardianes y bibliotecarias, porque saben que en otoño, cuando vuelvan a abrir los cinco nidos, serán imprescindibles. Así concebimos las bibliotecas una mañana de 2011, mientras levantábamos la primera en Smara: lugares únicos, insólitos, una alianza entre el bosque de las palabras de sus estanterías y el placer para los ojos y el espíritu de sus jardines. Jardines en los que un niño o una joven pueden leer un libro a la sombra de una moringa, en los que milagrosamente aparecen mariposas y anidan pájaros, a veces el pequeño Bubisher de las buenas nuevas. Lugares en los que hacer amigos de papel o de carne y hueso, en los que enamorarse de ellos dos, en los que descansar de la tensión del exilio y soñar futuros fascinantes y posibles. Han crecido regados con agua y cariño, la primera escasa, el segundo torrencial. Sufrirán, están sufriendo los 50 grados, los sirocos cargados de fuego y arena; morirán algunos árboles, no brotarán flores durante el horrible estío, pero en otoño volverán a dar sentido a este precioso compromiso entre árboles y palabras, volverán a ser el lugar al que una niña, un joven, un anciano, quieran acudir para buscar la belleza y la quietud, el sentido de la vida.

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