“Silencio y voz
El difícil oficio de la campana…”
(Rosa María Serdio)
“Una campana que no suena
Toca el silencio…”
(Javier X)
Cuando me dicen que recuerde un poema, vuelvo siempre a este, tan breve, de tan solo ocho palabras, y que tanto tiene en común con el “a modo de” haiku de Rosa Serdio. Los dos son eternos, casi infinitos, porque son circulares, y como si fueran uno de esos teoremas matemáticos irresolubles, nunca, nunca, tendrán una sola respuesta. Quizás ni siquiera una respuesta. Solo recuerdo que el autor del más breve se llamaba Javier, y tal vez tenía once años, pero de ninguna de esas dos cosas estoy seguro. No me importaría tener su poema/teorema grabado en mi lápida, cuando llegue la hora, porque eso seré, una campana que ya no sonará, pero una campana que tañerá el silencio; que no es poco. Tal vez eso somos, el ruido que hicimos cuando vivimos y el silencio que después tocamos. Trato de aplicarlo a cada situación a la que me lleva la vida, no solo a la muerte. Cuando pasan los días y no crece la novela en la que estoy inmerso, me digo: Una campana que no suena… Cuando siento que no cumplo con mis deberes de amor, de amistad, también me lo digo. Pero no es solo un reproche contra mí mismo, es algo más, y ese algo más es un misterio hermoso. Ahora una de mis perras agota sus últimos días. Pronto tocará el silencio, y ese silencio no será doloroso, será un silencio lleno de memoria y cariño. ¿Y en el Sáhara, en aquel terrible pulso contra el olvido? También. Miro a sus jóvenes y les aliento a ocupar las bibliotecas, a llenarlas de ruido, el ruido de la vida, el estruendo de la palabra libre, contra todo silencio. Es su vida, es su destino, pero aunque no tenga derecho hoy convierto el poema del pequeño Javier (dónde estás poeta, sabes siquiera que lo eres, o que lo fuiste) en admonición, en advertencia: Una campana que no suena… Y sé que todas las bibliotecarias del Bubisher comparten ese difícil oficio que describe Rosa: Silencio y voz.
Gonzalo Moure