Ser y no ser, ese es el juego del teatro. Ser otro, otra. Llevar el pelo mitad negro, mitad blanco, sacudir una escoba, convertir un pañuelo en capa, en melfa, en toga. Ser y no ser es también el juego de la literatura. Y en esos juegos se nos revela, como un relámpago, algo solo nuestro. Algo del personaje que interpretamos o que leemos, y que, sin embargo, nos pertenece a nosotros. Cuando las raíces son arrancadas y el exilio un horizonte vacío y llano, cuando el viento llega cargado de arena en los ojos, cuando el olvido pesa sobre los hombros como pesa la bóveda celeste en la espalda de Atlas, qué importante es encontrar esa luz que muestra destellos de lo perdido: el mar, los pastos, las rutas nómadas. Por eso, ese juego inocente de las dos niñas y esos libros ordenados en estantes a sus espaldas son mucho más que un juego y unos libros. Son un camino, una rebelión, un triunfo sobre el olvido. Y eso son también, las bibliotecas del Bubisher.
Mónica Rodríguez