SENTIR SU MAR

“Nada es tan mío, como lo es el mar, cuando lo miro”, escribió el poeta mexicano Elías Nandino. Quizá no sabía, el poeta, que se puede albergar un sentimiento de mutua pertenencia con un mar, sin mirarlo, porque ese mar está lejos. Son muchos, bueno, todos los niños, y no tan niños, saharauis, que, sin haberlo visto, saben que hay un mar, que sienten suyo. Algunos han visto mares, si han disfrutado de Vacaciones en Paz en alguna ciudad costera de España o de Italia, pero sienten que no es el mar que quieren ver sus ojos besando unas playas, que también son suyas. Verlo y vivirlo, celebrando el idilio que mantienen su tierra y su mar. Por que no son los ojos de la cara, es el ojo del corazón el que brilla con los destellos de ese mar, tan real, como soñado, y que deben de sentir esas niñas, con los barquitos de papel varados en sus manos, que llevan sus nombres, para que, cuando llegue el día de botarlos, su mar las reconozca y festejen el encuentro, después de tanto tiempo ausentes.

Y el bubisher, el pájaro que lleva buena suerte a las jaimas de los campamentos de refugiados, ejercerá sus benéficos oficios en las orillas del mar recuperado, ya de por sí benéfico. Y las niñas, que ya no lo serán, recordarán sus barquitos de papel como los de un sueño ya cumplido.

Fernando Llorente

 

 

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