Un año más. Y van… No sabemos siquiera muy bien, por más cálculos que hacíamos maestros y equipo directivo esta mañana, cuándo. Da igual, todo empezó aquí, puede que haga ya diez años,el día que lospropios alumnos del colegio nos sugirieron la posibilidad de llevar un bibliobús a los campamentos.

Esta mañana, haciendo historia frente a todos los alumnos de primaria, recordábamos todos los errores cometidos, todos los caminos que anduvimos y acabamos por abandonar, y todos los que se convirtieron en el camino bueno, el que nos ha llevado a este hoy, a esta estructura del Bubi cada vez más saharaui. Aún estremece evocar el aplauso tan sincero y emocionado de los niños cuando les hemos anunciado que posiblemente el día 23 de este mes se inaugure la segunda biblioteca pública, el Nido del Bubisher en Ausserd. Porque al fin y al cabo, la de esta mañana era también una sesión de control, una junta de accionistas a los que había que dar cuenta del uso de su dinero.

 
No conviene olvidarlo: cada lunes, cada alumno del colegio San Narciso se acerca a la caja y deposita sus treinta céntimos de euro, aquello a lo que se comprometieron al empezar el curso. Y no solo para el Bubi, sino también para otros dos proyectos en otros continentes. Aquel año, el del principio, el año 0 del Bubi, al acabar el curso nos dieron 3000 euros, toda la recaudación, para que hiciéramos realidad aquel sueño.

Y nos costó, y mucho, pero nunca olvidábamos aquel talón, hasta que por fin fue realidad. Los niños del San Narciso no dan limosna, ni tampoco lo que les sobra, sino lo que otros necesitan. Toda una lección, todo un camino recorrido y que de una manera u otra han seguido, están siguiendo los alumnos de otros muchos más colegios. Porque el Bubi es también eso, una lección permanente de solidaridad, al alcance del colegio o instituto que la quiera. Esos pequeños pocos que hacen posible seguir creciendo, tener ya dos bibliobuses, casi tres, y una biblioteca, casi (ya), dos. Un día serán cinco y cinco, seguro, si seguimos así.

Y esta mañana ha surgido otra idea. De otro niño. Este sí que sabemos quien es. Bastará que digamos, de momento, que su idea, si prospera, también cambiará la vida los niños de los campamentos. Pero no la gafaremos hablando antes de tiempo. Cruzaremos los dedos… Y esperaremos.
Cómo no, la reunión, con la biblioteca abarrotada, ha acabado con «mano con mano».

Continuará.