Corría el mes de octubre de 1975. Yo no lo sabía, pero faltaban pocos días para que me evacuaran del Sahara Occidental, en virtud de la Operación Golondrina, previa a la Marcha Verde, eufemismo bucólico para denominar la invasión del territorio, pactada entre el último gobierno de la dictadura franquista y el rey de Marruecos, Hassan II. Por aquellos días regresó a su ciudad Ali Mahmud Breka, quien desde hacía dos años cursaba estudios de medicina en la Universidad de Granada, tras haber terminado el Bachillerato en el Instituto General Alonso de El Aaiún, donde fue alumno mío, al tiempo que él impartía clases de las enseñanzas del Corán a los estudiantes saharauis. Había abandonado los estudios universitarios para incorporarse a las filas del Frente Polisario. Al proclamarse la RASD le encargaron la puesta en marcha y la organización del sistema de enseñanza de su pueblo en el refugio, para ocupar más tarde puestos de representación diplomática en La Haya y en Panamá. Habíamos mantenido una estrecha amistad personal y familiar. A su regreso a El Aaiún me hizo una visita, que fue una despedida. Entre abrazos, me dijo: queríamos que España se fuera, pero no así y ahora. Volvimos a encontrarnos años después – los dos estábamos de visita- en los campamentos de refugiados saharauis, en Tinduf (Argelia).
El próximo mes de octubre se cumplirán 49 años de aquel reencuentro, que estuvo cargado de una emoción, que desde el pasado día 26 de febrero y hasta el día 1 de abril está contenida en cada una de las fotografías, que componen “Memoria gráfica del pueblo saharaui”, expuestas en el vestíbulo de la Biblioteca Central de Cantabria, organizada por la ONG Alouda Cantabria. Por un Sahara libre, con la colaboración de la Dirección General de Cooperación, del Gobierno de Cantabria. La exposición forma parte de un proyecto de digitalización de más de 5000 fotografías, para la publicación de un libro, que quede en posesión del pueblo que lo protagoniza, así como para la organización de futuras exposiciones.
La exposición abarca un periodo de tiempo de más de 50 años en imágenes, que ponen de manifiesto, a través de momentos de la vida cotidiana del pueblo saharaui en el refugio, su modo de ser y de estar en un mundo, a cuyos márgenes han querido expulsar los países que les arrebataron su tierra con sus recursos naturales, pero que no lo han conseguido, pues su espíritu de resistencia, conjunción de una ética, presidida por la hospitalidad y la generosidad, y una estética, la del orgullo de la no violencia, son reforzadas por la legalidad internacional, que está a su favor, por más que la mal llamada comunidad internacional no la cumpla. Sólo Trump, abiertamente, declaró la soberanía del invasor y ocupante Marruecos sobre el Sahara Occidental, así, como de forma vergonzante, Pedro Sánchez.
La visita a la exposición es un discurrir por la parcela más dura e inhóspita del desierto del Sahara, humanizada por la presencia en ella de un pueblo, que habiendo sufrido un éxodo trágico, mientras libraba una guerra, y habiendo dejado al otro lado del muro a una parte de sus familias bajo el estado de terror, ejercido por los ejércitos y policías marroquíes, sin embargo tienen las puertas abiertas para recibir a quienes llegan y ofrecerles lo que tienen, aunque se queden sin ello. Cada fotografía de la exposición retrata un gesto de humanidad.
Ali Mahmud Breka tiene hoy más de 80 años, de los que 50 los ha vivido fuera de su tierra, pero estoy seguro de que con la esperanza, cada día, de que su pueblo volverá a ella un día. Él ha hecho su parte para que así sea, aunque renunciando a sus aspiraciones personales. Frente a las fotografías de la exposición me venía su recuerdo y me resonaban aquellas palabras de la despedida, 50 años atrás. Bueno, hoy sabe que su pueblo está en el recuerdo de muchos españoles, de lo que es un testimonio -no es el único, pero es tan necesario como los demás- la exposición de Alouda Cantabria, “Memoria gráfica del pueblo saharaui”. Una memoria compartida. Como una amistad.
Fernando Llorente