¿QUÉ HAY ALLÍ, AL FINAL?

Octubre es enero. El mes Uno. Al sentir el olor de la tierra, la hierba y los árboles resinosos evoco el olor a lápiz recién afilado, el de la goma de borrar, el del libro abierto por primera vez, el de la tiza. Una salvaje incertidumbre. Empezamos hace ya dieciséis octubres, y un camino se abría desde los jardines de El Retiro hasta los lejanos campamentos. Y cada octubre ha sido distinto, cada octubre con un racimo de preguntas en el aire, cada octubre con mil dudas, con mil hallazgos, mil errores, mil pasos hacia atrás para dar dos mil hacia delante. Detrás de cada talja, de cada casa de adobe, de cada jama, fuimos encontrando una silueta, y dentro de esa silueta una persona nueva, y dentro de esa persona un mañana nuevo también. Ahora son esas siluetas hechas carne, esas bibliotecarias, las que tienen que adentrarse cada una en su propio sendero, las que tienen que encontrar la forma de dar a cada niño, joven o adulto que entre en la biblioteca la ayuda que necesite para ser consciente de quién es, para rebelarse ante la soledad y el olvido a los que el mundo le quiere condenar y encontrar su lugar en el mundo, en un clamor de identidad, tierna y rabiosa. Empieza un nuevo curso, un nuevo camino: ¿qué hay allí, al final?
Gonzalo Moure

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