NUESTRO TIEMPO

«No perdamos nada de nuestro tiempo; quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro», Jean Paul Sartre.

Pienso en Sartre sentado en un café de París, apurando un cigarrillo e intercambiando detalles sobre la libertad con Simone de Beauvouir. Vela el humo la mirada honda y gris de Simone. Suenan, tal vez, unas notas de jazz. «Estamos condenados a ser libres», dice él.«Que la libertad sea nuestra propia sustancia», dice ella. Y sonríen cómplices y beben un poco de pastis y dejan que sus dedos se rocen. Pienso en Sartre, ahora, sentado en una jaima, en Tinduf, bebiendo té y fumando, con Ibrahim, por ejemplo, o Lamina, en este tiempo que no fue el suyo, y esta vez la libertad es una palabra más difícil, es una lucha. Sopla el humo, cierra el candado de la frente y dice con voz ronca su frase, esa frase: «Quizá hubo tiempos más bellos, pero este es el nuestro». Y con el sabor dulce del té en los labios, nos interpela: «Somos responsables de nuestros actos». Y esos actos cambian el tiempo, este que nos ha tocado, el único que tenemos palpitando como un pájaro entre las manos. Como el bubisher que lleva libros, que lleva cultura y, por tanto, libertad al encierro de la hamada. Al exilio del pueblo saharaui. Un pájaro para embellecer el tiempo. Sin duda, Jean Paul Sartre sería socio del Bubisher. ¿Y Simone? Ella lo habría fundado.

Todo está en nuestras manos.
No perdamos nada de nuestro tiempo. No dejemos que otros lo echen a perder.

Mónica Rodríguez

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