Es una palabra que viene del sánscrito, pasó al persa, luego al árabe y finalmente se unió para fecundar al castellano. Cuántas palabras han viajado por nuestras comunidades humanas. Un manantial ha realizado su periplo, su odisea por este ancho mundo. No sólo para modular sonidos, sino para saborear con deleite los gajos, la pulpa, el sabor agridulce del jugo de las lenguas o el de las frutas.
Dicen que la naranja es originaria del sureste de China y llegó al Mediterráneo hace más de tres mil años. ¿Y quién trajo las primeras naranjas al Sáhara? ¿Un español, quizás canario? ¿Portugués o algún mercader del norte de África? ¿Quién sabe?
En los veranos del Sáhara al caer la tarde, una enorme bola naranja se va elevando, poco a poco, al cielo y al final transmuta en una luna azul. Un espectáculo hermoso digno de disfrutar.
Y a veces el cielo se tiñe de naranja. Fuertes ráfagas de viento arenoso en espiral levantan a gran altura la arena, y es tal su fuerza que puede elevar los techos de zinc o las jaimas. Todo el desierto se queda envuelto dentro de una gigantesca bola.
Una bola de naranja de viento y arena en la que cabe todo el cuerpo del pueblo saharaui, con sus jaimas, sus casas de adobe o de cemento, sus vehículos y dromedarios, sus centros administrativos y sus bibliotecas del Bubisher.
¿Cómo es el color naranja? – Preguntó un niño a la bibliotecaria del Bubisher, aquel día de tormenta naranja.
La bibliotecaria se levantó de su mesa y fue a buscar folios, lápices, rotuladores y pinceles.
Hoy vas a descubrir cómo es el color naranja. Le susurró mientras colocaba todo el material en la mesa donde iban a sentarse los dos.
De repente la biblioteca entera se quedó, por efecto del viento de arena, envuelta en color naranja. Todas las ventanas, las paredes, los libros y los textos de los libros se tornaron del mismo color. Y el niño y la bibliotecaria se sumergieron en un mundo paralelo y se quedaron atrapados entre el rojo y el amarillo.
Liman Boisha