¡Qué sano es comer fruta, cuántas vitaminas! A,B,C y K, todo un alfabeto de ellas. Pero las frutas de los niños del BUBISHER son especiales: una es una mezcla de melón, naranja y galleta María, riquísima, le proporciona al niño una mirada inocente y traviesa a la vez, como si estuviera pensando solo me queda una, y me la voy a comer yo solito. La otra, en cambio, es una fruta muy especial, es una fruta grande y muy refrescante, muy jugosa y dulce, llena de agua, baja en calorías y rica en vitaminas A y C, en potasio y antioxidantes. Y tiene una propiedad muy especial, casi mágica, se puede comer pero también se puede pensar, soñar, dibujar y llevar como bandera, tiene el don de la solidaridad; cuando una la ve, con esos colores tan vivos, nos recuerda lugares donde la fruta está prohibida. Bueno, la fruta y la vida. La niña que sonríe con esa rodaja mágica de sandía es hermana de todas esas niñas palestinas que ya no pueden comer sandía. Su sonrisa es para los que cortan la fruta cuando está en su máximo esplendor como una advertencia, les está diciendo a esos hijos de la gran fruta que su energía y sus ganas de vivir se las han transmitido todos esos niños y niñas palestinas con las que comparte sandía y bandera, les está desafiando a seguir sonriendo a pesar de todo, a convertirse en una mujer capaz de todo, a seguir dibujando sandías y soles, y flores, y mañanas sin genocidas ni asesinos de niños. Con un cuento y una sonrisa como fusil; la munición está en nuestras bibliotecas.
Tengo yo un conocido en Portugal que me ha dicho que en nuestras bibliotecas, junto a los jardines, se refugia la utopía.
Tengo yo también una conocida en Madrid a la que le gusta mucho la fruta, pero está podrida. No precisamente la fruta.
Javier Bonet