Las manos tocan y cogen las cosas del mundo, moldean el barro cuando se juntan el agua y la arena del desierto, acarician y consuelan con su tacto cálido, estrechan las manos que nos ofrecen la paz. También -¡ay!- se cierran para golpear el rostro del otro, pero ésas no son manos, sino puños.
En las bibliotecas Bubisher, los niños y niñas se pintan las manos para sentir la magia de la pintura en la piel, la transformación del propio color natural en los vivos colores con los que plasmar sobre el papel todo lo que pueda crear su imaginación. Unas manos de colores que se convierten en una mariposa que echa a volar con sus alas rojas y azules, en un gallo orgulloso de su cabeza y su cola y sus patas rojas, en un árbol con sus ramas verdes creciendo hacia el cielo, en una divertida mano donde cinco señores nos sonríen con sus sombreros de colores. Quizá cada una de esas pinturas han surgido después de leer un cuento. También puede ocurrir que a partir de esas láminas pintadas podamos inventar una historia en la que una mariposa trae desde tierras lejanas la noticia que todos están esperando. La noticia que la mariposa le cuenta al gallo. El gallo que se sube al árbol para cantar a los cuatro vientos que cinco hombres muy importantes del mundo han acordado que el pueblo saharaui ha recuperado por fin la libertad.
En las bibliotecas Bubisher, los niños y niñas se pintan las manos para crear una realidad distinta.
Marcelo Matas de Álvaro