MALVA

 

Al malva le quitaron la parte poderosa del violeta y le añadieron gris  para que  apagara su tonalidad y se transformara en color de menor intensidad.  Es intermedio, mezcla de suave morado y rosa que dicen de ilusión y milagros. Por eso malva con colores fríos comparte serenidad, calma y también lejanía y soledad. No es primario, ni secundario. Es terciario. Es un color pálido que invita a la languidez.  Es el color de la malva, de la lavanda, las glicinias, el brezo de verano, y el de la verbena de otros desiertos y alguna aurora boreal, también es el de una estrella de mar y el de un escarabajo.

Malva frío de tinta desvaída sella el rechazo en frontera cuando estampa la palabra “Devuelto” en los pasaportes de las personas saharauis expulsadas por el gobierno español, un gobierno que  languidece ante la digna respuesta que podría dar a la crisis política y humanitaria de la que es responsable, un gobierno gris que abandera la inacción de la Comunidad Internacional y desobedece a su Defensor del Pueblo para imponer la mano dura a través de su Ministro Grande-Marlaska y proteger la ocupación marroquí.  Porque nos golpea el recuerdo de la piel malva pálida que seguramente tendría Hammon Ali,  enfermo de cáncer,  mientras esperaba en la sala de inadmitidos de la T4;  golpean las de Rbab al Tarad Yahi sufriendo un aborto durante ese arresto junto a su niña pálida también, esperando indefensas con el resto de saharauis hasta ser  introducidas en la cabina de un avión y escupidas al horror o a la desesperación, la misma de la que en estos momentos es presa el saharaui Sidi Abdeljalil Kamal injustamente condenado a cadena perpetua y que en huelga de hambre intenta denunciar los tratos crueles y torturas que sufren en las prisiones marroquís.  Y más allá, en los campamentos golpean la piel pálida, la del 50% de las mujeres, todas afectadas de anemia moderada o severa, y la de la población infantil con deficiencias alimentarias.

El color malva, terciario, diluyó primarios y secundarios para intentar hacerlos desaparecer,  invisibilizarlos  como si fueran color de ciudadanía de tercera, ni siquiera de segunda, sólo miembros pertenecientes a un territorio del que han sido expulsados o en el que quedaron acorralados, sin derechos, desprotegidos y desprotegidas, con escasas oportunidades de desarrollo laboral y económico, vulnerables al maltrato y abandono.

De tonalidad malva son también los reflejos en el agua de la tinta color sepia que el pulpo expulsa cuando percibe la amenaza de un depredador. Por eso ya no son azules las aguas saharauis. Se tiñeron de malva, pero del de la soledad y la lejanía, malva vestido de expolio marroquí y europeo, el que acaba de recibir un buen golpe judicial y que ojalá pueda dar un descanso a las costas saharauis y les devuelva su brillante azul natural.

Ojalá que con la sentencia del TJUE se deslegitimizaran de verdad las aspiraciones económicas europeas y marroquís sobre la riqueza y recursos  del Pueblo Saharaui y el interés por hacer desaparecer su  identidad.

Ojalá que la luz del sol saharaui  nunca  parara de interaccionar con el púrpura de la noche para ofrecernos ese siena tostado, símbolo de estabilidad y conexión con la tierra.

Ojala que nunca más golpearan malvas en el desierto, que solo sirvieran para adornarlo.

Mientras tanto como decimos en Kabiak  “erresistentzia garaian, literatura lurralde aske bakarra” (en tiempos de resistencia, la literatura único territorio libre). Eso hace que tenga más importancia todavía el proyecto Bubisher.

Koro Azkona

 

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