Los saharauis aman profundamente a sus madres. Y en ese sentimiento se agolpan  el reconocimiento, el respeto y la admiración que sienten por ellas. Constituyen el eje central de la familia, el alma de la jaima, la seguridad, el ejemplo, el refugio.
Son muchas las madres saharauis que han sufrido y sufren el desgarro de la desaparición o de la muerte.  Muchas las que han sentido y sienten el desarraigo que supone separarse de sus hijos, verles partir hacia lugares que ellas desconocen por completo, saber que quizás tarden en volver a verlos.
Muchas las que cada verano se separan de sus hijos  aún pequeños, con la inquietud y la ansiedad que genera toda separación y con  la esperanza de que el destino de sus niños sea el de una familia acogedora y cariñosa.
Madres valientes y generosas a las que se unen las madres de acogida que comprenden y comparten la pena de la separación y la alegría que irradia de los niños que, año tras años, pasan con ellas y sus familias el verano.
Mujeres luchadoras infatigables  a las que estos días se ha unido Nora Morales, una de las madres argentinas  de la Plaza de Mayo, que con su presencia en FiSahara ha puesto de relieve la fuerza y el coraje de quienes luchan por la justicia.
Este primer domingo de mayo, vaya para todas ellas nuestro reconocimiento y respeto.