A veces imaginamos que el Bubisher es algo así como un cirujano que vuelve a coser los hilos que sostienen en el aire a la cultura saharaui. Fuimos nosotros mismos, con nuestros locos cacharros y nuestras hipnóticas pantallas quienes los cortamos. La noche en la que en una jaima anónima los nietos prefirieron conectar la placa solar a la batería y la batería a un televisor en blanco y negro, que escuchar las poesías y los cuentos de Shertat del abuelo, el alma del Sáhara cayó a la arena. Por eso las bibliotecarias del Bubisher cosen y recosen esos hilos, cada día, y devuelven a los niños de los campamentos las poesías y los cuentos. Nunca será tan profunda la conexión con su cultura a través de los libros, pero sí, soñamos que los niños que celebraron ayer en las cinco bibliotecas el día mundial de la narración oral y celebran hoy el de la poesía, cuando sean padres y madres, abuelas y abuelos, apaguen todas las pantallas y convoquen a sus hijos y nietos para escuchar las historias y las poesías que son el alma de un pueblo. Y es que a soñadoras nadie gana a nuestras bibliotecarias.