Larossi o la lealtad.

 

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Estuvo con nosotros desde el segundo día. Literalmente. Apareció en casa de Ahmed “el Rubio”, en Ausserd, cuando aún lo ignorábamos casi todo de los campamentos, salvo nuestro deseo de llevar libros a las escuelas. Y Larossi fue como el hermano mayor de todos nosotros, los voluntarios, llenos de buena voluntad pero ayunos de saharauidad. Larossi siempre estaba. Nómada elevado a la máxima potencia, le daba igual una wilaya que otra, una jaima que otra. Solo necesitaba un rincón donde hacer el té, otro en el que comer, y otro para dormir. Siempre cerca de nosotros, protector, tan cariñoso con el último voluntario como con el camión: el primero, el auténtico Bubisher que un día, hace casi siete años, había salido de El Retiro de Madrid con la emoción de las grandes aventuras. Cuesta ver ahora al Bubisher, con sus colores poco a poco desgastados por el sol de la hamada, con su pájaro imposible, sin Larossi al volante. Porque su boda le ha alejado físicamente, le ha llevado a Tinduf, en busca de su felicidad, a la que tiene tanto derecho.
Pero el día que nos dijimos adiós laboralmente, empezaba una etapa nueva. Qué difícil es encontrar a un hombre del desierto con tanta capacidad de emoción: dentro, y hacia fuera. Larossi se puso las gafas de sol para decirnos, para decirte ahora:
“Soy Bubisher, lo he sido desde el primer día y lo seré siempre. Contad conmigo siempre que me necesitéis; acudiré como voluntario, ayudaré en todo lo que pueda.”
Pocas veces hemos dado abrazos tan fuertes, tan hondos. Larossi ya está en el corazón del Bubisher, más que nunca. En los días que siguieron, allí estaba (y allí estará, seguro): en la inauguración del Nido de Bojador, en los últimos arreglos, llevando a los voluntarios a donde necesitaban. Siendo Larossi. El de siempre, aquel que lo arreglaba todo con su célebre “que ponemos, que quitamos.” El que no soportaba la pasta pero amaba el queso, el que se hacía querer por todos (y por todas), el que se movía tan ligero de equipaje como un verdadero bubisher, el que como él nos traía las buenas noticias.
Empieza una nueva vida para él, y ojalá que pronto consiga venir a España, donde quiere intentar otras aventuras junto a su mujer. Pero cada vez que el Bubi se bambolee por los estrechos caminos de Farsía, de Echdería o de Mahbés, los amortiguadores y los frenos suspirarán: Larossi, Larossi. Y nosotros también.

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4 respuestas a Larossi o la lealtad.

  1. desde luego que fue un hombre de honor de trabajo y un hombre de honor en su despedida muy pocos como el existen en este mundo un fuerte abrazo al mejor amigo de trabajo

  2. Completamente de acuerdo, Hamida. Loras siempre será Bubisher, y Bubisher siempre será Larossi.

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