La solidaridad moteña, presente en el Sáhara con el proyecto de Bubisher

El Ayuntamiento ha destinado el 0,7% de su presupuesto a apoyar a esta asociación sin ánimo de lucro que lleva construidas cuatro bibliotecas en campos de refugiados

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La población de los campamentos de refugiados saharauis de Smara, Bujador, Dajla y Ausserd ya tiene la oportunidad de acudir a su propia biblioteca y disfrutar de miles de títulos, tanto en castellano como en árabe, gracias a la red de bibliotecas y bibliobuses puesta en marcha por la asociación sin ánimo de lucro ‘Bubisher’, que lleva trabajando en este proyecto desde 2008 en la zona más inhóspita del desierto del Sáhara.

Una red que esta vez se ha enriquecido con la solidaridad del municipio de Mota del Cuervo, cuyo Ayuntamiento ha destinado el 0,7 por ciento de su presupuesto –es decir, un total de 5.000 euros– a este proyecto. Aportación que, según el vicepresidente y cofundador de Bubisher, Gonzalo Moure, ha contribuido a la construcción de una biblioteca en el campamento de refugiados de Ausserd, costeando más del 10 por ciento de la inversión realizada, y que abría sus puertas el pasado mes de octubre.

Gesto solidario que no duda en resaltar y agradecer Moure y que se suma al que ya han hecho en otras ocasiones otros ayuntamientos, como el de Coslada (Madrid), Lérida o Fraga (Huesca), aunque aclare que no son muy habituales. Y es que, tal y como recalca, Bubisher se financia principalmente con las aportaciones de los socios y la venta de los libros escritos por los niños saharauis, que son “una buena manera de apoyar la difusión de la cultura y del español entre esta población”. Vías de financiación de la que se da cumplida cuenta en su página web oficial www.bubisher.org.

La biblioteca de Ausserd, que ha contado con el apoyo económico del Ayuntamiento moteño y que ha venido a sustituir a una primera mucho más modesta, cuenta con casi 300 metros cuadrados de superficie y en sus instalaciones dispone de una sala de lectura y préstamos de libros, una sala de reuniones, un anfiteatro para representaciones, conferencias, etc., baños, un almacén y un patio central, en el que se han plantado árboles para que sea un lugar de lectura, charlas y encuentros.

Dispone de un fondo bibliográfico de unos 3.000 ejemplares, siendo más de la mitad libros en castellano y el resto en árabe. En ella trabajan dos bibliotecarias, un monitor y un vigilante. Personal éste al que Bubisher, según recalca su cofundador, “les paga un sueldo muy digno, equivalente al de un médico allí, al igual que a los otros 16 empleados de las bibliotecas de Smara, Bujador y Dajla”.

Personal, por cierto, bastante cualificado, puesto que, salvo los vigilantes y conductores, son licenciadas en filología y maestros, que “de no ser por este proyecto estarían en los campamentos sin poder hacer nada”, explica Moure, quien llama la atención sobre la nueva situación que se está viviendo en las bibliotecas con el reavivamiento hace unos meses de la guerra del Sáhara.

Y es que, según subraya, “debido a la marcha de sus padres y hermanos al frente, los niños están muy preocupados, angustiados y muy estresados, lo que está suponiendo que las bibliotecas tengan más actividad que nunca, ya que acuden a ellas en busca de distracciones. Allí les ponemos películas, hacemos actividades, clubes de lectura, teatro, etc y está siendo una especie de bálsamo para la conciencia infantil en estos días tan difíciles de la guerra”.

En este sentido, pone el énfasis en la importancia de este tipo de recursos, porque “más que bibliotecas son centros culturales y sociales, donde no solo acuden niños, también adultos, llevando a cabo todo tipo de actividades, desde charlas preventivas de cáncer de mama hasta clases de español, etc.

Entre los proyectos más inmediatos de Bubisher, que toma el nombre del pájaro de las buenas noticias en el Sáhara, está, sobre todo, “seguir, que no es poco, y garantizar el presupuesto anual del proyecto, gracias a sus actuales 250 socios, que quieren incrementar hasta los 500, y la venta de libros”, finaliza Moure.

Miguel A. Ramón

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