Ponen tierra de por medio.
Huyen de una pesadilla.
Miran hacia atrás por ver
si hay alguien que les persiga
y lleguen a alcanzarles,
desbaratando la huida.
Pretenden llegar tan lejos
como abarcan con su vista
desde lo alto de la loma
de piedras y arenisca.
Por un momento son libres,
sin que nadie les impida,
empujando sus juguetes,
alejarse de las ruinas
en las que han ido creciendo.
si es posible a toda prisa.
Pero van a ir más lejos
de lo que se imaginan:
por el camino se encuentran
con otros chicos y chicas
que van a una biblioteca,
con libros en la mochila,
y sin querer van con ellos,
entre bromas y entre risas,
y se ven sin darse cuenta
sentados en una silla,
sobre la mesa unos cuentos,
que a la lectura invitan.
descubren poco a poco,
pasando hojas escritas,
con dibujos y colores
y con mucha fantasía,
que se puede ir muy lejos
con fugas más divertidas:
hasta playas de aguas claras,
palmeras y arena fina,
hasta parajes hermosos
con cantos de golondrinas,
si saben estar atentos
a la enseñanza sencilla
de una bibliotecaria,
que es como de familia,
y les llevará seguros
hasta las mismas orillas
de su imaginación,
desde la que, enseguida,
volarán sobre los muros
de la más cruel ignominia
y traspasarán fronteras,
cerradas por la estulticia
de quienes tienen la fuerza
como arma arrojadiza.
Muy pronto aprenderán
que la evasión decisiva,
la que lleve a sus lugares,
pertrechados de almas limpias
pide la preparación,
que la cultura propicia,
y tiene en las Bubisher
la línea de salida.
Fernando Llorente