LA EMOCIÓN DE UNA MUÑECA DE TRAPO

La fuerza de la gravedad disminuye con la distancia. La emoción, no. Desde muy lejos recibo unas fotos en las que Alghailani lee con un grupo de niñas y de niños El sueño de Lu Shzu, en las bibliotecas del Bubisher. Este libro mío (también de Tesa González, la ilustradora) hace una reivindicación de la muñeca de trapo, cosida por una abuela, frente a los juguetes industriales que tienen lucecitas y sonidos, y quedan al poco olvidados en un rincón.

Mi emoción al ver a Alghailani y a sus lectores, y las muñecas de trapo elaboradas con materiales sencillos (hilo de sobras, calcetines y botones viejos) es indescriptible. Lloro literalmente de alegría al verlas. No solo por el poder de la literatura, capaz de derribar fronteras y de anular las distancias. Me imagino allí, al lado de los bibliotecarios y de los niños, leyéndolos, oyéndolos, cosiendo, jugando en cuclillas con ellos. También siento la satisfacción de haber contribuido, con cientos de personas en España, en la construcción de estas bibliotecas que nos hacen a todos iguales como lectores. Tanto vale una biblioteca allí como otra aquí. Tanto vale un lector aquí como otro allí.

Gracias, Alghailani, por el regalo. Gracias a todas las bibliotecas y a los bibliotecarios del Bubisher por ese magnífico trabajo que estáis haciendo en estos tiempos de pandemias sanitarias y de desvaríos políticos. Vuestra fuerza nos mantiene fuertes. Vuestra sabiduría nos hace un poco más sabios y un poco más humildes. ¡Gracias!

(En cuanto a los niños y niñas que leéis allí… ¡Sois el futuro de un pueblo digno!)

Ricardo Gómez

 

 

 

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