INVIERNO EN SMARA

El frí­o es intenso cuando los nueve grados nocturnos no se caldean con radiadores que abrasan, ni hay chimeneas en las que se consumen troncos de árboles muertos, cuando el sueño transcurre a pocos centí­metros del suelo y por las rendijas de las ventanas se filtra el invierno.
El dí­a es distinto, la temperatura sube a veinte grados y la luz regresa creando la sensación de una primavera anticipada. Se anima la vida. Los lazos multicolores de las niñas atraviesan la hamada camino de la escuela, y se cruzan con los pasos de sus compañeros de juegos y de estudios. Porque en los campamentos, la coeducación es un logro social perfectamente asumido.
Y, mientras tanto, en las jaimas las tareas domésticas no cesan ni se aceleran con sofisticados electrodomésticos. No hay tiempo que perder, pero siempre se puede compartir con quienes se cruzan en el camino cotidiano.
La tarde rompe su monotoní­a con un té y se vuelve sorprendente si a lo lejos se divisa el ya familiar Bubisher: ¿Qué saldrá hoy de su vieja barrigota?
Sigue el tiempo su ritmo y el termómetro su curva descendente. Las primeras estrellas contemplan la fuga del sol, que en su huida recorta con tiralí­neas las siluetas de las jaimas. Y entre ellas, una nueva construcción que crece dí­a a dí­a y que pronto arropará a quienes busquen en los libros compañeros de viaje.
De nuevo la noche. Y el frí­o. Silba el silencio entre las piedras poniendo punto final a un dí­a cualquiera en el invierno de la hamada

4 respuestas a INVIERNO EN SMARA

  1. Que bueno debe de estar ese té.
    Que bueno que albergue los libros y las gentes que miran a las estrellas.
    besinos

  2. La coeducación en las madrasas, porque dentro de las jaimas, la falta de electrodomésticos la padece exclusivamente la mujer. El frí­o es más crudo para ellas, allí­ también.

  3. Cierto, aún queda muchí­simo recorrido para que la coeducación se resuelva en igualdad. Pero, al menos, la base está puesta. A partir de ahí­, es necesario un proceso de evolución cultural en el que las propias mujeres tienen mucho que hacer y decir.
    Llegará ese dí­a, porque las mujeres saharauis son muy fuertes y valientes.
    Palma

  4. Completamente de acuerdo. No se empieza por el tejado, sino por los cimientos. En este caso, por la educación, por la coeducación. Ese es el principio fundacional del Bubisher: darles herramientas para que ellos (en este caso especialmente ellas) inicien su propio camino, su propia liberación.

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