ESTOS JÓVENES SON YO

 

Hoy mismo pocos periódicos, y en un rincón apartado, nos cuentan que 52 migrantes perecieron ayer tratando de llegar a España por mar. No somos capaces de “ser el otro”, y la noticia de 52 muertes solo nos conmovería si fueran “de los nuestros”.

Quienes hemos trabajado duro durante trece años para que los campamentos de refugiados del Sáhara tengan bibliotecas libres y públicas vemos estas fotos y nos reconocemos en los jóvenes que, despacio, buscan un libro con el que alimentar el pensamiento, con el que aplacar la sed de vivir otras vidas.

Al verlos así, rebuscando en las estanterías que fue tan difícil levantar y llenar, sentimos que cada uno es nosotros. O esa joven que ya ha encontrado su presa y la devora en su silla, ante la mesa redonda que tanto costó llevar hasta Dajla. También es yo, porque en nuestros años de juventud también buscamos en bibliotecas y librerías el viento de la libertad, de la libertad del alma, y recordamos cuánto gozamos con aquel libro un poco polvoriento que nos cambió la vida, o la manera de entenderla.

A veces no necesitamos ver una fotografía de una biblioteca llena, nos basta la imagen de una chica que elige un libro para sentir la muerte de 52 migrantes, para levantar el vuelo sobre el exilio del cuerpo, para ser ella y cerrar el círculo. Para eso trabajamos tanto y tan juntos, saharauis y españoles. Para ser iguales. Para ser.

 

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