Escribo estas líneas hoy sábado 19 coincidiendo con el Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama mientras por mi ventana puedo ver en la bahía un barco dragón de color blanco y rosa en el que valientes mujeres, palada a palada, van trazando estelas con las que intentan crear apoyo social y emocional para su causa: me entero de que la embarcación se llama Remando por la vida y es una iniciativa del colectivo Cantabria en Rosa. Lo mismo bogan por la bahía que recorren el Camino Lebaniego, siempre de rosa, siempre sonrientes, contagiando sus ganas de vivir y de gritar bien alto aquí estamos nosotras, las de rosa.
Y me vino a la cabeza aquella canción en la que Aute iba pidiendo libertad y no le querían oír, a pesar de ser una necesidad para poder vivir, ese derecho de la humanidad que era más difícil de encontrar que rosas en el mar. Ellas sienten que quien tiene que escucharlas no lo hace lo suficiente, y que, una vez pasado el día, ese apoyo y esa solidaridad desaparecen como la estela que deja su trainera en la bahía.
Algo similar ocurre desde las playas de la Dajla ocupada hasta los campamentos de Tindouf, miles de melfas rosas exigen libertad para poder surcar ese inmenso y proceloso mar de injusticias y olvido en el que hemos abandonado al pueblo saharaui. Si en los Territorios Ocupados las melfas rosas demasiadas veces aparecen manchadas de rojo, en los campamentos, sus hermanas melfas rosas disponen desde hace unos años de cinco coloridas embarcaciones que día a día, escuela a escuela, daira a daira, surcan por los áridos arenales para dejar más que estelas, surcos, profundos surcos en los que miles de niñas y niños siembran aquello que la farisea y mal llamada Comunidad Internacional les niega.
Dentro de unos días, unos cuantos voluntarios de Bubisher volveremos a los campamentos, volveremos a animar con nuestra presencia a esas remeras de melfas polícromas, las veremos capitanear esas cinco naves; esperan nuestros gritos y aplausos en forma de materiales y microproyectos y seguro que avivarán su bogar y las niñas y niños que llevan a bordo sentirán cómo vuelan cada vez más rápido en busca de ese mar soñado.
Las rosas son ellas, nosotros ya las encontramos hace tiempo. Nuestros dirigentes nos dicen que todo el mundo es de color de rosa, pero no queremos sus rosas, son falsas y están llenas de espinas infames y traidoras. Siguen ciegos o, peor aun, no las quieren ver, pero sí, es posible encontrar rosas en el mar… y en la arena.
Javier Bonet