EL VERANO EN LA HAMMADA.

El bochorno y el calor se habí­an adueñado de la tierra y el cielo, a partir de las once de la mañana el movimiento se paralizó en Rabuni. Nada se podí­a mover bajo los rayos de sol, parecí­a que de un momento a otro podí­amos morir asfixiados porque nuestros cuerpos estaban al lí­mite en aquella situación; la única esperanza que nos quedaba era que el viento del oeste, conocido como sahlia, empezara a soplar. Yo estaba totalmente paralizado, no sabí­a si mojar mi turbante con agua o la sábana de dormir, mis compañeros me decí­an constantemente «bebe té que es mejor que el agua frí­a de la garrafa”.Aquel verano fue uno de los más calurosos en los campamentos, los ancianos decí­an que no recordaban en toda su vida tanto calor. Por las noches, cuando las entrañas del desierto empezaban a respirar y aquel viento del oeste soplaba desde el océano, la vida volví­a lentamente y todos cogí­amos una manta y la tendí­amos sobre la arena. En ese instante volví­a el té verde del Sahara y con él volví­an las palabras mágicas de la noche; en medio de la charla todos empezábamos a observar el cielo para predecir las temperaturas del próximo dí­a, pero casi nadie acertaba, excepto un anciano que tení­a una enorme capacidad de observar las estrellas y dependiendo de su brillo nos daba su pronóstico del tiempo. El conocimiento de este hombre sobre la astronomí­a y el tiempo estaba basado en su capacidad de observación y el nombre de los meses que sólo sabí­a en hasania. También nos hablaba mucho de los camellos, su comportamiento cuando hace mucho calor y su capacidad de recordar el lugar de un pozo de agua aunque solo hayan bebido allí­ en una ocasión.Nadie podí­a dormir dentro de las jaimas con esas temperaturas, todos se acostaban bajo la luz intensa de las estrellas o de la luna y la mayorí­a de las actividades cotidianas se hací­an más de noche que de dí­a. Porque el calor de la hamada siempre ha sido una eterna maldición para los saharauis habitantes del Sahel acostumbrados a temperaturas más suaves y a un clima menos duro.Cuando el calor quema la ropa, el suelo que pisamos y nuestro cuerpo, la única defensa que nos queda es buscar un lugar con mucha sombra y agua, y estar quietos sin correr ningún tipo de riesgos. De lo contrario podemos poner nuestra vida en peligro exponiéndonos a unas temperaturas extremadamente altas. Los beduinos que se dedican a criar ganado en esas condiciones siempre te aconsejan moverte lo menos posible, si acaso procurar hacerlo a primera hora del dí­a o a última hora, nunca al mediodí­a. Recuerdo que en una ocasión salí­ detrás de las huellas de unas cabras, querí­a alcanzarlas y llevarlas de nuevo hacia el frig, pero mis nulos conocimientos de orientación en el desierto me impidieron localizarlas y de repente me vi perdido sin agua en medio de la nada. Decidí­ subir a una montaña que estaba cerca para observar todo lo que estaba a mi alrededor y de repente vi unas cuatro jaimas. Yo, que tení­a bastante sed, me alegré mucho y bajé hacia allí­ a toda prisa. Cuando estaba cerca, justo frente a la jaima, un hombre de cincuenta años me saludó invitándome a entrar y luego me preguntó:- ¿Como has llegado hasta aquí­ sabiendo el calor que hace?- Me he ido desde el frig de mi familia detrás de unas cabras, las cuales casi doy por perdidas pero me alegro mucho de haberos encontrado porque estaba sin agua y si no fuera por vuestra hospitalidad estarí­a en estos momentos prácticamente deshidratado.- La vida en el desierto es la capacidad de una persona de asumir los riesgos sin perder nunca el sentido de la precaución- sentenció el hombre.De sus palabras comprendí­ que el verano en la hamada es una estación donde el sol inicia su reinado a partir del mes de mayo hasta octubre; durante todo ese tiempo nuestros frágiles cuerpos bailarán de sudor escondidos debajo de una darra y tapados por un turbante negro que distingue a los saharauis de otros pueblos nómadas que habitan el desierto.
Ali Salem Iselmu

1.223 respuestas a EL VERANO EN LA HAMMADA.

  1. Impresionante el relato de Pirri, Iselmu. Por sí­ mismo, literariamente, es una invitación a los jóvenes escritores que quieren escribir. Para eso sirve también el Bubisher y este blog, y pienso en Kabara, en Memuna, en todos los alumnos de Didáctica de la Lengua Castellana, en todos los que se han acercado con el sueño al Bubi en estos meses. Os invito a participar, enviándonos los relatos a Luisa, a Enrique o a mí­.
    Y muy útil para los voluntarios que quieren ir en agosto, en verano. Esa es la realidad de la hammada, por la que se deduce que sólo se podrí­a trabajar de noche. Creo que serí­a un regalo solidario maravilloso, sin duda, pero también creo que serí­a sobrehumano. Opinemos, y vosotros, voluntarios, más que nadie.
    Gracias, Pirri, gracias a vosotros, que ofrecéis vuestra salud y vuestros kilos por esta causa: la libertad para hacer, la cultura para decidir.
    Gonzalo.

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