EL SAHARA Y LA IDENTIDAD

 

Hace ya algunos años caminaba por una ciudad en el centro exacto de Asia, cuando una muchacha del lugar se acercó a mí con enorme familiaridad y me llamó Peter. Le dije que no era ni Peter, ni tampoco americano, y se fue. Mi amigo asiático me lo aclaró: “Peter no se parece en nada a ti; bajito, moreno, más bien grueso. Pero es que a nosotros todos los extranjeros nos parecéis iguales”.

¿Quién de nosotros, españoles, distinguiría a una mujer de otra en esta preciosa foto? Pero tal vez una es madre y la otra no, una trabaja en una biblioteca y otra en una tienda del mercado. Y cualquier mujer saharaui que las conociera diría sin una sola duda cuál era cada cual. Si alejamos la cámara un observador occidental dirá: “Moras”. No distinguirá si son jordanas, malienses, argelinas o saharauis. Moras. Con vistosos colores. Es lo contrario de lo que hacen Suadu, Mina, Galuha, cualquier bibliotecaria del Bubisher: acercar la cámara a cada niña, cada joven que se acerca a la biblioteca, dándole un libro para que se encuentre a ella misma en sus páginas y en el complejo entramado de la vida, el exilio y la tradición. Para que cada una, más allá de la mehlfa que las iguala, sea ella misma. Metáfora cada una del pueblo saharaui, a la busca diaria de su propia identidad.

Gonzalo Moure

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