EL NIÑO DE LUZ DE PLATA SIGUE BAJANDO DE LA LUNA

Es Navidad. En Málaga, el sol y el calor nos hace pensar que estamos en verano pero hay algo en las caras de los niños y de algunos mayores que nos hacen reconocer estas fechas festivas y familiares. Esto se debe sobre todo a la ilusión.

En la Asociación Vecinal Cortijo Alto conocen el bibliobús de nuestra ciudad. Alguna vez he podido hablar con ellos sobre nuestra asociación Bubisher. Hace unas semanas me pidieron si podía realizar una actividad con ellos por estas fechas y claro está, he decidido abrir otra vez la maleta viajera y contar el cuento del niño que bajó por una escala de plata hasta los campamentos, el Niño de Luz de Plata y su amigo Najib. Intentar que la ilusión de estos días crezca un poco más y amplíe sus horizontes.

Cada vez que me dispongo a contar este cuento me pongo muy nervioso. Creo que se me va a olvidar la trama o que no voy a saber coordinar los gestos con las palabras. Es como sentir una gran responsabilidad ante esa historia que escribieron los niños de Farsía, en el campamento de Smara, con tanta sabiduría y cariño. Así que vuelvo a rescatar el cuento de la estantería y lo releo. Vuelvo a hacerlo mío para poder contarlo a los demás. Entonces me tranquilizo y me doy cuenta de lo importante que es confiar en la magia de las palabras.

Eso es un poco la clave de Bubisher, la confianza que todos tenemos en la idea de crear bibliotecas y bibliobuses en el desierto de los desiertos gracias a que todo ello se sustenta por las palabras, las historias que contienen los libros que se prestan en ellas, las anécdotas y vivencias que todos y cada uno de los que participamos vamos creando, la imaginación de los niños y mayores que las disfrutan y la de los equipos bibliotecarios que las mantienen frescas y fértiles. Si no fuera por esa fantasía, por la magia de las palabras, nada de esto sería posible.

Marcos Reina

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